Para todos los gustos
Recientemente he visto dos propuestas de teatro para niños en Londres. La primera, «The Railway Children», una producción del York Theatre Royal que se puede ver en la estación de trenes de Waterloo. La segunda propuesta fue un espectáculo de la compañía danesa Teatret Gruppe 38 titulado «Hans Christian, you must be an angel», en el Barbican Centre.
«The Railway Children» es un libro escrito por Edith Nesbit en 1906. Se trata de un clásico, una historia que todos los británicos conocen, sobretodo a raíz de las múltiples versiones cinematográficas que se han hecho. Durante los años cinquenta, la BBC hizo una serie de televisión e incluso una dramatización por radio, cosa por cierto bastante habitual en el Reino Unido. Mucho más reciente fue la primera puesta en escena en un escenario, llegó en el 2005 y en forma de musical. Posteriormente, el York Theatre Royal montó otra versión estrenada en el Museo Nacional del Ferrocarril, la misma que se puede ver ahora en la estación de Waterloo. Empecemos por aquí. En mi opinión, lo más interesante de este montaje es su localización. Montar una obra dentro de en un auténtico hormiguero humano como es esta estación, tiene su coña. London Waterloo es un ir y venir de gente que no descansa ni un minuto. Una enorme lona colgada del techo indica que allí también se hace teatro, la señalización es óptima. Una vez dentro del «teatro», tras haber cruzado algunos espacios más propios de un recinto ferial y haber caminado a través de algunas cintas transportadoras, el espectador llega ante el «escenario». Dos enormes bancadas distribuyen a la gente en ambos lados de la vía, o sea, del escenario. Aunque es evidente que el espectador ya sabe lo que se va a encontrar (vías y trenes) el efecto sorpresa al entrar existe y es bastante potente. La historia narra las aventuras de tres hermanos que, junto a su madre, han tenido que abandonar su hogar, después de que su padre fuera detenido. La nueva vida cerca de las vías del tren les deparará algún que otro altercado. Aún así, hay poca épica, la historia no tiene demasiada chicha. Eso sí, el público más joven queda enganchado a la obra durante todo el rato, vibrando en los momentos en que aparece la locomotora de tamaño real a escena. Show time!
Mucho más delicada e intimista fue la propuesta de Teatret Gruppe 38, que presentó en el Barbican Centre un espectáculo para 50 personas. La compañía danesa estrenó esta producción cuando se cumplía el bicentenario del nacimiento de Hans Christian Andersen (1805-2005), todo un acontecimiento en su país. Según cuentan ellos mismos, aquel año la actividad cultural de Dinamarca se volcó a su escritor más mítico. Gruppe 38 quiso hacer algo diferente: homenajear al maestro pero huyendo de los grandes montajes y parafernalias. Y la verdad es que les ha salido un espectáculo redondo, una auténtica filigrana que atrapa a todo el mundo, sobre todo a los más jóvenes, pero también a los adultos amantes de las maquetas y los artilugios. Toda la obra se desarrolla ante una mesa dispuesta para veinte comensales. El espectador se dispone de pie, alrededor de la mesa, parece que se vaya a sentar pero no, cada una de las sillas está reservada a uno de los veinte cuentos más emblemáticos del escritor danés: El patito feo, La mariposa, El soldadito de plomo, La princesa y el guisante, etc. En cada sitio se escenifica la esencia del cuento, un pequeño detalle, un personaje, que el espectador descubre y recuerda al mismo tiempo. Dinámico, divertido, sorprendente y estimulante.
Los daneses hace mucho tiempo que trabajan los espectáculos infantiles y parece que son de los grandes en este género. La compañía Teatret Gruppe 38, sin ir más lejos, se fundó en 1972. Este año la compañía ha recibido el premio a la excelencia artística que concede la prestigiosa Asociación Internacional de Teatro para Niños y Jóvenes (ASSITEJ). Seguro que son muchos los factores que explican el buen nivel de estas producciones nórdicas: tradición, experiencia, riesgo, dinero, hábitos escénicos, etc. Es habitual que desde las autoridades educativas de latitudes más meridionales se hagan periódicamente hojeadas a los modelos culturales y educativos del Norte. Es un clásico de cada año y de cada nuevo gobierno, se envían delegaciones y se redactan informes. Algunos expertos dicen que los nórdicos que aplican un modelo interesante, pues educan en bienestar pero sin despilfarre, de forma austera. Puede que algo de ello también se refleje en sus montajes teatrales.
En cualquier caso, lo mejor es siempre que haya para todos los gustos. Para quienes les vaya lo comercial, sin duda tienen una cita en la estación de Waterloo. Para los amantes de la artesanía y del detallismo teatral, que se sumerjan un poco en lo nórdico. Dicen que el festival «Danish +» que se celebra cada dos años (y este año toca) durante el mes de mayo en la ciudad de Aarhus es una delicia.