Con vaselina
Todo lo que venga a partir de ahora, día veintiuno de noviembre del año del señor de dos mil once, que sea con vaselina. Y perfumada, por favor. Dispuestos a todo tipo de experiencia nueva, incluso a reconsiderar nuestra posición en el mundo, pero sin empujar. Sin abusos, ni forzamientos. Estamos preparados para casi todo, hasta para rebajar nuestro nivel de colesterol, pero sin forzar demasiado la situación. Los que pueden llegar tienen algo a su favor, hay que esforzarse mucho, haber hecho muchos másters, para hacerlo peor. Sí, ya sé, se puede empeorar casi todo, y es posible que se empeore. Pero les va a costar. Aunque nos dejemos.
Realizada mi declaración de voluntaria entrega a la realidad azul, con mi gigantismo molecular y sobrepeso de chuletón y patatas bravas, estoy dispuesto a transformarme en un pitufo silbador, minúsculo, orillado, con mi barretina retorcida o mi txapela en forma de hongo alucinógeno. Aquí estamos con la misma voluntad de servicio, pero sabiendo que va a cambiar tanto el entorno, el terreno de juego y hasta el reglamento que solamente podemos prometer constancia y voluntad de permanencia hasta que los acreedores nos lo permitan.
Por lo tanto, ni una queja más; una disposición absoluta a colaborar con quien nos deje o lo solicite. No tenemos tantas ambiciones personales, ni colectivas, simplemente contribuir a que la comunidad iberoamericana de las artes escénicas tenga mejor información, alguna conexión, un lugar donde expresarse libremente y con diversidad de criterios. Bien mirado es un plan superior, un objetivo verdaderamente grande. En ello nos encontrarán quienes sigan en este camino, sean las que sean las condiciones climatológicas externas.
Hablando en plata, los que se van a ir tanto en el gobierno de España como en el del País vasco, nos han dejado en los últimos años con el culo al aire. Unos han sacado de la convocatoria de ayudas a las revistas de teatro, otros han suprimido la convocatoria «general» donde desde nuestro nacimiento podíamos concurrir para recibir ayudas. Es decir, los que vengan no nos pueden quitar nada, porque nada tenemos. Sí, las migajas, la publicidad como limosna, pero con eso ya contamos.
Con vaselina todo lo recibiremos ahuecados. No tenemos ningún miedo. Estamos tocados, haciendo unos equilibrios muy difíciles para mantenernos. Pero si tenemos que hacer algún reproche, más que a los que vienen, se lo deberíamos a los que en estos quince años nos han ignorado, nos han incluso estigmatizado para justificar sus miserables actitudes ante este proyecto.
A los que se van en el terreno de la Cultura y las Artes Escénicas, no les podemos agradecer nada. Ni reprochar tampoco. Han sido un error histórico que nos costará muchos años recomponer. A los que lleguen, les pediríamos algo muy sencillo. Establezcan puentes con la realidad antes de tomar decisiones. No cambien a las personas porque sí, por que hay que poner a «uno de los nuestros». La Cultura (con ministerio o sin él) es una cosa muy seria. Es uno de los pocos bienes que tiene España para una identificación en positivo. No la destruyan, déjenla desarrollarse. Y en las Artes Escénicas, apoyen, colaboren, hablen con los que tienen algo que decir, no con los funcionarios corruptos y enquistados. Propicien la biodiversidad, conozcan nuestra realidad, que es muy variada, aunque sea para recomponerla. Y recuerden que tienen todo el poder para poder iniciar un nuevo tiempo luminoso para las Artes Escénicas, algo que siempre es rentable. Y además ocupa a cientos de miles de individuos. Es una buena inversión. Eso sí, hay que limpiar la casa. Desparasitarla.
Tenemos vaselina para todos y todas.