Lo que no quieren que veamos
Después de algunos años, que no son pocos, que se convirtió en una proliferación cancerosa la producción de documentos de todo tipo ligados al narcotráfico, mediante formato de apariencia artística, entre los que prevalecen las telenovelas, porque son las que más fácilmente llegan al .público, se inició una discusión en torno de la conveniencia e inconveniencia de que los niños vean este reflejo de la realidad, y sin que a la fecha exista una teoría dominante, por lo que, mientras esta inquietud de tipo moral se resuelve, seguirán apareciendo películas y series televisadas de un tema que tanto cautiva, quizás, porque quien se embebe en él se lo imagina como un cuento de hadas, debido al derroche de riqueza que lo caracteriza, o a que el desplazamiento del poder que ejercen los nuevos ricos sobre los antiguos, sea una forma íntima de cumplir venganza de quienes jamás han tenido nada, y llegan a tenerlo todo.
Coinciden casi siempre estas discusiones sobre el descendimiento de la moral y la pérdida de valores de convivencia social con aquellos momentos en que hay síntomas de desplazamiento de un poder tradicional por uno nuevo, y por eso terminan siempre convertidas en entretenidos temas de conversación y pasatiempo intelectual, que ayudan a desviar la atención del flujo de aquellos intereses personales y gremiales que hacen que las cosas sucedan sin atender a las consecuencias.
Es posible que quien ejerce como artista, por ejemplo, y tenga entre sus objetivos la popularidad, que no la gloria, por hallarse ésta más distante y tomar más tiempo y disciplina llegar a ella, no se resista a la tentación de trabajar sobre temas de actualidad, como éste, que fascinan al receptor, por razones que hemos sugerido, y por lo que nos parece que hablar sobre la necesidad de crear una barrera para impedir que cierto sector de la población, este es, el de la niñez, se nutra con dichas historias y aprehenda de manera no convencional la realidad, es un ejercicio de entretenimiento más, porque el fenómeno cuya percepción se quiere conjurar a través del impedimento, ya se ha fusionado socialmente y forma parte de los hábitos en progreso y por ende, en la creación de nuevas conductas y percepciones.
Cuando se enfrentan discusiones de esta índole jamás se llega a resultados concretos, porque siempre se habla de las consecuencias y se teme enfrentar el debate de las causas, sencillamente porque a través del estudio de éstas se puede llegar a la riesgosa conclusión de que todo se origina en el diseño hipócrita de una educación, cuyo objetivo es adiestrar para garantizar la reproducción automática del statu quo.
He ahí el meollo de este asunto que tantos miedos provoca entre quienes pretenden conservar, sana, la mente de los futuros adultos, limitando las relaciones de lectores, televidentes y radio oyentes con temas que, aunque vedados, perviven en el ambiente, y sólo causan estremecimiento cuando aparecen representando una realidad de cuya contaminación, se ve claramente, no se han librado quienes por tradición tienen a su cargo la responsabilidad de mantener en buen estado de salud los que ellos mismos denominan valores morales, recomendados para mantener a la sociedad en buen estado de ánimo, y sin desbordes.
¿Importa, qué ven los niños, o lo que en realidad importa es la incertidumbre de hacia dónde los lleva lo que ven éstos, como una nueva interpretación de la realidad, la formación de conductas individuales irreductibles, y por ende la generación de individuos cada vez menos dispuestos al sometimiento?
Averígüelo Vargas.