Hacer una devolución, un feedback, es una tarea harto difícil y delicada, y más aún cuando el objeto del que se trata es un acto artístico y uno busca que eso que se devuelve sea utilizable para los protagonistas del acto. Que les ayude a seguir en el camino emprendido independientemente de las opciones y elecciones que uno mismo podría tomar, de los propios gustos, la subjetividad. Podréis decir, y, bueno ¿qué tiene de complicado hacer una devolución? Tú dices lo que piensas, lo que ves y ya está. Podríais decir, o lo que te convenga o callar o ser, eso que se llama diplomáticamente correcto. Pero no es así de simple cuando, además de una relación profesional, te vincula con los protagonistas el respeto, el reconocimiento y en último lugar, pero no por ello menos, el aprecio y el cariño. Ese cariño que nace cuando ves a alguien evolucionar, crecer, cuestionase, confrontar límites, apostar por un proyecto. Es como barrer un patio de piedra y tierra donde hay que limpiar el suelo de impresiones y reacciones para percibir y describir lo más objetivamente posible que es lo que se ve cuando se contempla el suelo. Uno necesita colocarse en el centro del teatro romano interior y escuchar todas las voces que llegan desde las gradas hasta desgranar y separar el grano de la paja.
Pero y ¿Cómo reconozco lo que es grano de lo que es paja? ¿Qué es lo desechable? ¿Cómo me puedo dar cuenta si me estoy colocando en una actitud de objetividad juiciosa o de juicio soberbio y reaccional? Y en cuanto al aspecto propiamente vocal, ¿cómo discernir y separar los terrenos sobre todo sabiendo que hay zonas limítrofes donde las diferentes disciplinas se influyen una en la otra? Y, ¿cuando uno considera que la forma de ejecución de uno de esos aspectos influye negativamente en el trabajo actoral y vocal? Siempre desde mi forma de entender un trabajo, que no digo que sea la única ni la mejor ¿Cómo hacer cuando uno se da cuenta que no está íntimamente de acuerdo con algo que influye en el propio trabajo?
Desde mi experiencia no hay una sola respuesta sino pasos de filtro consecutivos. Eso sí, filtros consecutivos colocados a partir de un punto básico, capital, central: la conciencia de que, aunque exista la fuerte proximidad y el apasionamiento protector, el proyecto no me pertenece, no es personal ni propio. Esta ubicación es fundamental para mantener una distancia operativa, al menos para mí. A partir de aquí se trata de discernir la reacción interna frente a una voz o una forma de emisión- lo que en psicoanálisis se nombra como contratransferencia – ; respetar y confiar en la elección del otro – cuestión de madurez personal -, e identificar los elementos técnicos en la ejecución del actor o el cantante que perjudican el trabajo vocal y la voz. Por último, identificar los elementos externos que influyen negativamente y, a partir de aquí, una vez comunicado, la responsabilidad pertenece a quién hace las elecciones. Elecciones libres.
Extraer aquello que se considera ajustado, tanto para el que pide el feedback como para la persona misma que lo da, se convierte en un ejercicio de sinceridad, humildad, generosidad, compromiso y equilibrio para esta última. Y, cuando hace unas semanas en el artículo titulado «Procesos» hablaba de procesos de aprendizaje centrado en el alumno me estaba refiriendo a este tipo de intervención, de feedback, de acompañamiento. Un acompañamiento formativo que respeta y apoya la forma que el otro quiere tomar, lo que claro está no excluye cuestionar y también poner límites de hasta dónde se acompaña. Como diría un jardinero cada árbol crece de una manera diferente tú solo tienes que poner el agua, la tierra, la luz y poner la confianza en que el árbol encontrará su propia manera de crecer aunque no adopte las formas que más nos guste. Y el jardinero y al árbol tienen sus propios caminos. Caminos cercanos, lejanos, entrelazados, paralelos, pero caminos propios y diferentes.
