El Hurgón

El riesgo de opinar

Con motivo de mi columna de la semana pasada titulada CONTANDO POR CONTAR he recibido, a través del espacio de opiniones del periódico de las artes escénicas, artezblai, y del correo electrónico, algunos comentarios, cuyo objetivo, supongo, no es alimentar el debate, para controvertir mis opiniones, sino manifestar que yo he cometido un sacrilegio, opinando, de la manera como lo he hecho, sobre un tema acerca del cual hay aún mucho por decir, porque todavía no ha decidido su ruta social. Me refiero a la narración oral.

Cuando lo que expresamos tiene su origen en experiencias reales, procesadas después con la paciencia del análisis y de la reflexión, y por eso consolidadas como conocimiento, nada que digamos debe ser tomado como el deseo de fastidiar a alguien, sino de ayudar a aclarar ideas, pues toda actividad que aspire a convertirse en alternativa cultural debe ser sometida a un diagnóstico permanente, para averiguar si está cumpliendo con los objetivos que se ha propuesto, y el debate es parte de ese diagnóstico.

No entiendo por eso, la razón por la cual hay personas que toman para sí, como una afrenta, la crítica que se hace a un oficio que practican, como si fueran la conciencia pura de éste, como si en vez de decir, yo soy escritor, dijeran: yo soy la literatura, o en vez de decir yo soy músico, dijeran; yo soy la música, etc.

Por más devoción que se ponga en la práctica de un oficio, nunca es razonable considerarse así mismo como su esencia, porque lo que enriquece y hace evolucionar son las múltiples percepciones que sobre cualquier tema o actividad puedan darse.

Pero, existen quiénes se resienten, cuando escuchan o leen una opinión que ni siquiera contraria la suya, porque tienen más creencias que opiniones, y creer no es lo mismo que saber o conocer, porque creer es tener fe y fe es tener por cierto aquello que nos han revelado fuerzas superiores, aunque no lo hayamos visto. Quienes creen, carecen de la independencia y creatividad de quienes dudan, y por lo general se vuelven fundamentalistas y terminan siempre airados ante cualquier comentario no afortunado acerca del camino que ha tomado el oficio que desempeñan.

Tampoco entienden que una columna de opinión, es eso, una opinión, y que su objetivo, antes que molestar la paciencia de quienes se consideran realizados, y por ende más allá del bien y del mal, o sentar cátedra presumiendo de amplio saber, lo que se quiere es estimular a alguien para que el debate se amplíe y la comprensión aumente.

Mi postura, frente al tema de la narración oral, no es, en manera alguna la de quien está interesado en hacer escuela, porque no funjo como narrador oral, sino la de quien después de haber pasado treinta años oyendo historias, y viendo cómo las cuentan, se considera con algún derecho de compartir sus impresiones, porque siente que algo se está resintiendo en el oficio y lo está llevando a la trivialización.

La ligereza en responder a las opiniones que otros emiten relacionadas con el oficio que desempeñamos es una forma de decirles a los demás que no nos hallamos muy cómodos con lo que hacemos, y que tampoco estamos muy seguros de que como lo estamos haciendo sea la mejor manera.

Nos fastidiamos si nos hacen dudar, cuando deberíamos agradecer que nos hagan pensar.

No me cabe la menor duda de que cuanto más se ventile un tema a través de opiniones, más posibilidades de desarrollo tendrá el oficio de que trata éste.

No le temamos al debate; abandonemos el cómodo espacio de la rutina y de las creencias, y seguramente creceremos como nunca hemos imaginado.


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