Guía Esencial de la Voz (II)
Pero, ¿Qué queremos decir con la imagen recogida en la expresión «construir la propia voz»? ¿Qué implica la elección de esta posición de acompañamiento pedagógico?
Hace un tiempo una persona me contaba una historia. Una voluntariosa madre se afanaba en incluir el huevo en la dieta de bebé. El bebé cada vez notaba el huevo sacaba la lengua y echaba fuera el huevo. Pediatras, enfermeras, abuelas, no podían estar cometiendo una equivocación, decían que había que incluir el huevo, y la voluntariosa madre buscaba de mezclar el huevo con todo lo habido y por haber en cuestiones de mezclas de papilla. Pero no había manera, el bebé notaba la presencia del huevo, sacaba la lengua y volvía a echar para fuera la comida. Al final la voluntariosa madre desistió. Años más tarde, el niño crecido tuvo que hacer unos análisis de intolerancia alimenticia. Era alérgico al huevo.
Puede que sea una anécdota aislada. No lo sé. Lo que si sé, es que, el proceso de adaptación al medio social y cultural, la ausencia de cuestionamiento a aquellos profesionales, sean médicos, curas, profesores, psicólogos aupados por la presunción del conocimiento y por la dejación de la propia responsabilidad y el sistema educativo pasan factura. Y esa factura tiene varias cifras; la cifra de la ruptura con la conexión con el propio cuerpo; la cifra del divorcio con las emociones personales; la cifra de la asunción a niveles profundos de valores culturales y/o educativos familiares que acallan las certezas internas. En definitiva, cifras que confunden y desautorizan. Hablo de una autoridad basada y construida en la obviedad del mensaje del propio cuerpo. El bebé limpio de intrusiones científicas y culturales no tenía ningún problema en echar el huevo. Simple y llanamente su cuerpo le decía que aquello no le hacía bien.
Acompañar en el proceso de construir la propia voz implica ayudar a devolver la mirada hacia las propias sensaciones y percepciones; dar prioridad a estas, en vez, de a las ajenas; animar a retomar la confianza en la toma de elecciones; estimular el continuo entre percepción, sensación, emoción, pensamiento y expresión; aprender herramientas para encauzar la propia expresión; cuestionar los pasos que se dan cuando haga falta cuestionarlos. Acompañar en el construir de la propia voz implica ayudar al otro, en definitiva, a estructurar una identidad vocal propia en relación a sí mismo y al entorno, apoyada, tanto, en la escucha diálogo con uno mismo y en la escucha diálogo con el otro.
Quizás os pueda parecer un discurso que entra en el terreno de una visión humanista de la «enseñanza» de la voz. Y tenéis razón. Es una visión humanista. Una visión que también se traslada, al menos en mi caso, cuando se desarrolla el «trabajo» vocal dentro de un contexto artístico del cual se espera que surja un resultado para ser expuesto al público. En el terreno práctico, una orientación humanista en el ejercicio de la enseñanza vocal supone elaborar las consignas, las propuestas, las devoluciones, las explicaciones desde la convicción de que mi manera de hacer y de estar en la voz es la mía y no tiene por qué ser igual a la tuya; que mi manera de hacer es la mía y la tuya no tiene porque ser igual a la mía.
Pero, ¿y qué ocurre cuando aquello que se presenta delante de un público está basado en una improvisación estructurada? ¿Cómo se gestiona es estar en una exposición donde no hay texto, no hay música, no hay instrumentos y solo hay voz en movimiento de improvisación? ¿Cómo se gestiona el proceso de creación de una pieza donde todo es desnudez de la voz desprovista de palabras, notas y sonidos? Quizás, de todas las situaciones de exposición, ésta sea la más extrema de todas, para la voz persona. Pero, ya entraremos en esta situación en próximos artículos
Gracias, hasta luego.