Aclárate la voz

La fisura

Una empresa. Consultoría. ¿De qué? Da igual. Todas parecen cortadas por el mismo diseño cultural «made in U.S.A.» Optimación de recursos, terminología anglosajona, tecnología avanzada, eficacia, prontitud. Formas dinámicas en la interacción, juveniles, sonrisas, voces de vitalidad de plástico. Competitividad, gestión de carrera, zancadillas, exigencia, presión, y una fisura. Una fisura en la piel de neopreno de un empleado por donde se cuela la mirada controladora de un superior. Mirada que como un virus se filtra en el sistema y el cuerpo emocional del empleado se revela vulnerable, humano. La presión es alta, la juventud y el entusiasmo verdadero propio de la edad lucha a duras penas por mantener la imagen corporativa de interacción impuesta como un implante dental de última generación. Primeros síntomas; el terremoto interior provocado por la presión y el juicio de la mirada hace tambalear el discurso verbal, la voz en mecanismo mixto que está programada para transmitir vitalidad, dinamismo, alegría y facilidad, se sostiene a duras penas haciendo difíciles equilibrios sobre las puntas de los pies, el habla comienza desde un bloqueo respiratorio, y el empleado mete todo cuanto tiene por ceñirse al prototipo diseñado en el laboratorio de ventas. La respiración se hace más difícil, la voz no sale, el empleado aumenta la presión sobre sus músculos de la garganta y el estómago, opción equivocada, luz roja, el atasco aumenta. La exposición se ve altamente perjudicada, la trasmisión del discurso verbal y la imagen corporativa que los empleados deben transmitir se ve claramente disminuida. Consecuencia, la venta se puede ver perjudicada. Traducción: riesgo de pérdida de cliente. Incidencia grave. Muy grave. Hay otros muchos lobos por detrás queriendo ocupar las maravillosas ventajas de su puesto. ¡Qué magnifico ser parte integrante de ese equipo profesional ultra-última generación! Pero, la voz y el habla delatan que algo no va bien.

El empleado en cuestión piensa que algo en él no va bien. Casi solo le falta decir que no funciona bien, siguiendo con el lenguaje operativo. Tristemente terrorífico. No aparece ningún rastro en su pensamiento que de indicios de qué quizás aquello que no va bien o lo que pudiera estar equivocado de base tenga ver directamente, más bien, con el origen de esa imagen prediseñada en el laboratorio mental de una cultura que ve a las personas como máquinas de ejecución y funcionalidad y no como personas. No, el fallo debe estar en él, que es quien no llega a adaptarse a ese traje maravilloso. Debe haber algo en el control del habla, en el control de la voz. Y, en parte, el empleado tiene razón. La fisura le muestra que hay algo no sólido, no construido que delata los esfuerzos infrahumanos para llegar a aquello que otros parecen exigir que uno sea, y si no lo eres, haz como si lo fueras y dame la imagen. En esta ocasión, es la empresa made in U.S.A. Y lo que no va bien, es ese intento de afiliación al prototipo. La fisura no es el problema. La fisura es la puerta a una forma de vivir más acorde consigo mismo.

En ese tipo de sobre esfuerzo el organismo sufre hasta la extenuación, el cuerpo emocional se coloca bajo niveles de tensión nocivos, la persona pierde su centro y en casos más graves su ser desaparece en las profundidades enterradas del olvido. De lo que nuestro voluntariosamente ilusionado empleado se duele, su voz y su habla, no son más que una fisura que deja ver la punta de un iceberg personal y de un iceberg cultural y social. La construcción personal a partir de una imagen impuesta tiene las piernas cortas, no llega muy lejos y con la primera ventisca se caerá por los suelos.


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