Rebel delirium

La literatura fue su mujer. El teatro, su amante

El pasado 7 de febrero se cumplieron 200 años del nacimiento de Charles Dickens. En Londres hay programados una multitud de actos durante todo el año: exposiciones, conferencias, paseos literarios, programas de radio y televisión, etc. Después de los Juegos Olímpicos que se celebrarán este verano, el año Dickens es uno de los eventos importantes de la capital británica.

«Dickens, el observador solitario» de Peter Ackroyd, escrito hace 20 años y traducido en 2011 al castellano por primera vez, está considerada como la mejor biografía. A lo largo de 700 páginas, el autor sigue prácticamente a diario el recorrido vital de Dickens. Me ha sorprendido conocer el Dickens más treatero. Como dice otro de sus biógrafos, «literature was his wife, the theatre his mistress».

A los nueve o diez años Dickens ya había escrito su primera obra teatral. Pocas cosas le divertían tanto como imitar los gestos de los payasos. Parece ser que de pequeño, entre sus compañeros de colegio, él era el único capaz de deletrear correctamente la palabra «theatre». Con 14 años, Dickens tuvo el primer papel en una obra de teatro. En su etapa de juventud, había contemplado tres posibilidades profesionales: el teatro, el mundo del derecho y el periodismo. De hecho, sus primeros trabajos de redactor fueron en distintos periódicos y en algunos de ellos, consiguió hacer críticas teatrales. Durante estos años, el mismo Dickens declara: «salvo en raras ocasiones, iba al teatro todos los días. Tras estudiarme los programas con detenimiento procuraba no perderme las mejores funciones.»

Con 20 años, Dickens escribió una carta al director de escena del Covent Garden, en la que se ofrecía él mismo para trabajar como actor. El director le respondió y le citó para una prueba. Pero aquel día Dickens sufrió una indisposición que le impidió moverse de su casa. Según dice el autor de la biografía, aquel maltrecho fue clave: «nunca una indisposición más a tiempo que aquella, porque no habría sido un gran actor de teatro. Demasiado bajo para encarnar a héroes románticos, por su constitución endeble y enclenque, Dickens se habría encasillado en papeles de criado y otros personajes cómicos. Su destino no era el de pasearse por los escenarios y el azar quiso que cayese enfermo el día en que parecía tener ese futuro al alcance de la mano».

Dickens conocía muy bien la escena londinense, la más comercial y popular pero también la cara más independiente: cabaret, music-hall, payasos, circo. Esto me recuerda mucho al poeta Joan Brossa, dos literatos profundamente enamorados de lo parateatral. En el proceso de escritura de alguna de sus obras, el novelista ya pensaba en cómo las adaptaría para llevarlas a escena. Por sus venas corría teatro y hasta llegó a construir-se un pequeño escenario en su vivienda de Tavistock Square, que bautizó como «el Teatro más pequeño del mundo». Mcready, uno de sus mejores amigos, era actor y le dedicó «Nicholas Nickleby», una de sus novelas más emblemáticas. Durante una de sus estancias en Italia, Dickens empezó a pensar en la posibilidad de hacer lecturas dramatizadas de sus obras. De hecho, a lo largo de su vida hizo muchas lecturas públicas de sus textos y, por lo que cuentan las crónicas, el hombre ponía durante horas todo su empeño, hasta quedar exhausto.


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