Sangrado semanal

Date una vuelta

Siempre he tenido gran capacidad de imaginación, desde niña. Así que cuando tengo un mínimo estímulo en la sala de ensayo, puedo hacer crecer a mí alrededor, sin esfuerzo alguno, árboles, pájaros y cafeteras. Como una peli en 3-D que me rodeara, ¿entiendes? En un santiamén, me he construido un mini-mundo que habitar y experimentar. Tengo gasolina creativa para rato, en ese sentido.

Yo, en cambio, no veo nada. Tengo que pensar antes las cosas con la esperanza de que alguna se materialice frente a mis ojos. Pero no hay manera. Por muchos pájaros exóticos que pueblen mi cabeza, no cae, frente a mi frente, ni una mísera pluma colorada que pueda seguir con la mirada por el espacio y servirme de estímulo para crear. Esa parte de mi imaginación está atrofiada, desde niña. Yo soy más mental, ¿sabes? No me cuesta retener versos de diferentes poetas, por ejemplo. Luego, en sala, cuando hay que improvisar, puedo llamar para que acudan a mi mente, la curva de ballesta que traza el río de Machado con sus cárdenas roquedas o la nariz superlativa que Quevedo achacaba a Góngora.

La diferencia entre tu y yo es que tú, puedes colocar, con un golpe de imaginación, esa súper-nariz sobre la nariz real de un compañero mientras que yo, solo puedo, a lo sumo, saborear esas magníficas palabras como si de un caramelo exquisito se tratara. (Otra imagen, ésta, que tampoco es mía, por cierto). Quizás, es justo aquí donde podría abrir una puerta nueva a mi creatividad como actriz. Es decir: Si acude a mi mente el verso «érase una nariz superlativa» y, después, pienso en saborear esas palabras, el siguiente paso será que mi lengua empiece realmente a moverse dentro de mi boca por estar paladeando un caramelo de menta. Y eso es lo único que verán los de afuera. Es decir, a un personaje saboreando algo en la boca. Entonces, habré convertido mi pensamiento en acción y nadie que me vea podrá siquiera intuir que es Góngora quien se esconde tras mi paladeo.

Uno acostumbra a expresarse creativamente de una manera concreta. O dicho de otro modo: las personas bebemos de las mismas fuentes creativas una y otra vez. Por facilidad, querencia o ignorancia, lo cierto es, que a la hora de aportar ideas creativas para una pieza, uno tiende a utilizar las mismas vías una y otra vez.

Cuando nos cansemos de recorrer los mismos caminos o se nos seque la tierra de donde solemos extraer los hallazgos, conviene recordar que hay más puertas que las habituales. Si no sabemos cuáles son, basta con mirar a nuestro alrededor y fijarnos en nuestros compañeros de profesión. ¿De dónde sacan ellos su material creativo?

Aquel tira de tripas, aquella del trazo sobre el papel, éste tiene memoria fotográfica, otra encuentra en el texto su primer pilar. Los pies de aquella actriz mandan a la hora de dibujar tránsitos en el escenario, ese otro tiene una gran capacidad de interrelación de conceptos.

A la vista de la multitud de opciones existentes, ¿por qué no empezar a buscar, esta vez, desde el lado opuesto al que lo hacemos siempre? Para ello, hay que ser primero consciente de la vía que utilizamos habitualmente para crear. Por ejemplo: ¿Soy más racional o visceral a la hora de plantear puntos de partida para la creación? Una vez identificada mi tendencia, decido, esta vez, tirar por el otro lado y empezar a crear desde lo contrario. Es lo mismo que hacemos cuando, estando en sala, comenzamos a andar por el espacio siendo conscientes del tempo-ritmo con el que caminamos ese día. Después, pasamos a movernos con el ritmo contrario al que reina en nosotros ese día.

Ese es el cambio consciente que hacemos para encontrarnos ante un nuevo punto de partida. A partir de ese momento, sólo debemos dejar que esa novedad comience a operar en nosotros: Y ya nuestra boca empieza a salivar ante el olor de lo desconocido, mientras nuestro alrededor se puebla de una vegetación cada vez más y más frondosa a medida que nos adentramos en territorio inexplorado…

Llegados a este punto de no retorno solo me queda desearles, buen viaje, amigos.


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