El Hurgón

La nostalgia nos salve

Se ha hablado, sin economía de lenguaje, ni de teoría, de lo que llaman condiciones objetivas en el desarrollo del proceso histórico.

Esta opinión ha tenido tanto relieve, que ha terminado por ocultar otros conceptos que a nuestro juicio pueden tomarse en cuenta en la gestión de la historia, sin que por ello se exceda en la manipulación que se hace de la misma, y que tienen relación con el mundo emocional del individuo, pues al fin y al cabo la historia es construida por personas.

Uno de esos elementos que pueden influir en el desarrollo de la historia, y del que no se habla, es la nostalgia.

¿Qué tanto puede incidir la nostalgia en la recuperación del entusiasmo para reproducir sueños y reactivar procesos históricos que parecían olvidados?

A pesar de la desaforada carrera que estamos corriendo hacia el futuro, aupados por el encanto de la tecnología, atolondrados por una cascada incontrolable de estímulos, cuya caída apurada nos impide observar el detalle, y de estar cada día, por ello, menos habilitada nuestra atención, para retener imágenes y consolidar ideas, el pasado no deja de hacer presencia entre nosotros, tirándonos de muchas partes, como si estuviese haciéndonos desesperadas advertencias en contra del olvido.

Esos tirones se expresan en recuerdos, domados por el tiempo, y que cobran fuerza cuando despiertan al llamado de la nostalgia, cada vez que una encrucijada nos vuelve a poner de presente las tareas inconclusas y nos hace pensar de nuevo en lo que pudo ser y no fue.

Tales advertencias, que son un llamado de atención del pasado, y que casi siempre son hechas por un tiempo histórico inconcluso, promueven nuestro deseo de obtener una nueva oportunidad de revisar las tareas que hicimos, y el ejercicio de la imaginación, para permitirnos jugar a averiguar cómo sería la realidad presente, si en vez de haber hecho en el pasado las cosas de la manera como las hicimos, las hubiésemos hecho de otra.

Esos tiempos históricos inconclusos, de los cuales hay muchos en la vida de cada ser humano, cuando se hacen presentes en la memoria actual de cada persona, son portadores de una carga de nostalgia capaz de revivir el deseo de ser histórico que hay en cada individuo, y por ende, de hacernos sentir una energía similar a la que derrochábamos cuando teníamos la seguridad de que podíamos cambiarlo todo, y la creencia de que para hacerlo sólo bastaba con voluntad y una férrea disciplina.

El retorno aleatorio de esos tiempos históricos inconclusos son los responsables de que traigamos al presente las cosas que hacíamos con devoción, porque tenían como fin provocar un cambio, y que intentemos reactivar su fuerza innovadora.

El pasado está ahí, vigilante, tirando de nuestras emociones, y estimulando los residuos de nuestro deseo de trascender, con el fin de hacernos recordar, con aire de nostalgia, que algún día tomamos la decisión de ser héroes, y que aún nos queda una oportunidad, si conseguimos completar aquello que en el pasado, por inexperiencia, por desidia o por simple indiferencia, dejamos incompleto.

Una manera de expresar este sentimiento es a través de la recuperación de íconos, para sustituir la imposibilidad de devolver el tiempo, porque los íconos son recuerdos que tienen enquistados los olores, los colores, los sabores, los deseos, los anhelos, los objetivos y demás características de una época, y como símbolos que son, sirven para restablecer propósitos, cuyo cumplimiento se ha quedado a mitad de camino, por las trampas que la vida les hace a los sueños, superponiendo unos sobre otros.


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