¿Qué piensan los jóvenes?
¿Nos preocupa saber qué piensan los jóvenes, desde una perspectiva de desarrollo social, o queremos saberlo, para salirles al paso, porque tememos que con sus pensamientos arrinconen nuestras ideas y desplacen nuestro tiempo?
En todo caso, cada día aparecen nuevos escritos intentando ofrecer un punto de vista acerca de «los estragos» que están produciendo los mecanismos de comunicación virtual, entre los jóvenes, haciendo análisis, que dan la idea de que estamos a las puertas del fin del pensamiento
La preocupación acerca de qué está haciendo la tecnología, asociada a internet, y a las redes sociales, en la mente de los jóvenes, es una discusión con evidente tono visceral, primero, porque tiene más de temor que de ánimo investigativo, y segundo porque nadie habla de asuntos de entorno ni de responsabilidades sociales que debemos asumir los unos con los otros en cuanto a educación y formación se refiere, para contrarrestar los efectos adictivos de la tecnología, y de lo cual se infiere que existe una consolidada creencia de que ésta, es decir, la tecnología, por sí sola genera una consecuencia en quien la utiliza.
Con esta discusión está ocurriendo igual que con otras cuyo objetivo se centra en averiguar las consecuencias, sin tener en cuenta las causas, ni las circunstancias que permiten la generación de las mismas, como por ejemplo, el diseño educativo, que en manera alguna está pensado para fortalecer la capacidad creativa, analítica y reflexiva del individuo, porque la educación, suceda donde suceda, y sea cual sea la causa política que la emprenda, está hecha para habilitar costumbres y crear dependencias.
También es importante anotar que la gran preocupación del mundo adulto, cuando se ocupa del joven, no es en esencia averiguar qué está pensando éste, para definir si es posible iniciar con él un proceso de análisis comparativo de la realidad, buscar puntos de acuerdo o identificar las afinidades y rupturas que hay entre una y otra época, sino para evaluar los riesgos que genera, para la estabilidad de la tradición, dicho pensamiento.
La mirada preocupada del mundo adulto se dirige al mundo joven casi siempre como una expresión de temor al cambio, y por eso las averiguaciones que esta mirada tiene como objetivo hacer, en relación con lo que la tecnología puede estar haciendo en la mente joven, no conlleva la intención de conocer los cambios funcionales, para estudiarlos y luego generar estrategias de regulación, que impidan la generación de un daño, en caso de que se esté dando, sino, la de desentrañar si los cambios que la tecnología está provocando en la mente de los jóvenes los está habilitando para ser más ágiles en su capacidad de romper una estructura tradicional.
El interés, pues, del mundo adulto acerca de lo que pasa en el mundo joven no es averiguar, por ejemplo, si la tecnología está destruyendo la capacidad creativa del joven, o está reduciendo su espacio para la memoria, o si está disminuyendo su disposición para la reflexión, sino, descubrir qué nuevas argucias puede estar aprendiendo éste en internet para tomarse por asalto el pasado, y transformarlo en algo que no terminará por satisfacer la vida tradicional. ,
No conseguiremos aclarar qué están haciendo la tecnología e internet en la mente de los jóvenes, si el mundo adulto sólo se ocupa del mundo joven, cuando siente su espacio histórico en riesgo, pues cuando el miedo se pone en medio del conocimiento, se obstruyen los espacios para el análisis, y las transformaciones, convenientes o inconvenientes, terminan imponiéndose, a pesar de todo.