El Hurgón

Lenguaje y tecnología

El lenguaje es un vehículo en cuyo interior viaja, sin sufrir incomodidades, la ideología, por lo que los cambios de imagen del mismo no son necesariamente un atentado en contra de su objetivo de mantener una cohesión y un control social.

Su aspecto exterior, expuesto a las contingencias de la vida, es objeto de una transformación constante, no siempre advertida, porque históricamente, esas transformaciones han sido digeridas con el apoyo del tiempo, con lo cual han terminado consolidándose sin ocasionar dolor; pero los cambios que se producen en el lenguaje, en la época actual, son más ágiles, debido a que son muchas las presiones que sobre él recaen, y por otra parte, son mucho más visibles porque existen abundantes medios para poner en evidencia dichas transformaciones.

Estos cambios, como dijimos al comienzo, no inciden en lo fundamental de su objetivo de mantener unas creencias, unas normas, unos comportamientos, etc, sin embargo, los mismos producen, a quienes velan por su pureza, una sensación de riesgo, porque les sugiere una forma inminente de disolución social, la reducción de volumen del lenguaje, que es como más se está expresando hoy en día su transformación, porque existe la idea de que la eficiencia del lenguaje se mide en la elegancia y en la cantidad, y de lo cual se desprende otra idea que favorece a la forma en detrimento del contenido.

La forma del lenguaje es cada vez menos atractiva para quienes aún abrazan ideas como las expuestas en el párrafo anterior, las cuales toman como argumentos para vaticinar el fin del idioma.

Aunque aún existen algunos, ya no funcionan los cuidados intensivos para rescatar del naufragio la ortografía, la sintaxis y la semántica, y los puristas del lenguaje son una especie en extinción. El análisis de una idea, si es que aún hay quien emplee tiempo en ello, tarda menos de lo habitual y en ocasiones la tarea queda inconclusa. La literatura ya no abunda en detalles, y a las demás simbologías que sirven para comunicar algo, solo les importa generar un impacto porque sus hacedores son conscientes de la breve vida que tendrán.

Estos cambios de forma del lenguaje han incrementado las quejas de la gente adulta acerca de lo que puede estar pasando con el lenguaje que emplean los jóvenes, y la queja no parece que sea porque sobre el mismo ya se haya hecho un estudio minucioso, con el cual se haya demostrado que está generando una degradación ideológica, poniendo en riesgo formas tradicionales de gobierno, produciendo una disolución, sin regreso, de las relaciones sociales, inutilizando fundamentales normas morales, o lo que es peor, convocando a la rebelión, porque lo que más parece molestar de estas formas actuales de comunicación es su compresión galopante, y el que muchos califican de deterioro estético y fonético que deriva de dicha compresión.

La reducción de volumen del lenguaje es una consecuencia de la necesidad de abreviar el mensaje, para impedir que el flujo caudaloso y afanado de la información pase totalmente inadvertido, Pero también la reducción de volumen del lenguaje puede suceder como consecuencia de la necesidad de participar, con agilidad, en la interacción que propicia la tecnología, actualmente, que nos pone a hablar al mismo tiempo, entre muchos, y nos genera una sensación de riesgo de pérdida de contactos, sino actuamos con diligencia y rapidez.

Entonces, no es la juventud la responsable de la compresión galopante del lenguaje, sino la tecnología, cuya presencia en sociedad sin ninguna regulación y cuidado, tendrá solo la misión de crear los medios para hacer que dicha compresión lingüística vaya apareciendo como un hecho normal y necesario.


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