El cuerpo expuesto

Cuando Grotowski se alejó del mundanal ruido y se recluyó en los bosques de Polonia para buscar la verdad, la esencia humana, aquello que nos era propio y común a todos más allá de las imposiciones culturales, quizás se refería a esto.

El teatro huye de su encorsetamiento representativo, de las limitaciones espaciales del escenario e irrumpe en un museo. Los cuerpos se convierten en piezas de arte en movimiento, elementos que debemos observar pero con los que también debemos interactuar.

No se trata de una exposición del “tú” (autor) hacia el nosotros (los espectadores) sino que pasamos a formar parte de un proceso creativo. Nuestra presencia en el museo activa los cuerpos, da vida a unos elementos que se mantenían alejados, anónimos, atrapados en bucles de movimiento o en estatismos inacabables.

Aquí no se trata de acudir a una hora a ver una función, sentarnos, mirar, aplaudir (en el mejor de los casos) e irnos a casa. Aquí, como en los bosques de Polonia, nosotros formamos parte de este proceso creativo, vemos la evolución, colaboramos con ella. Percibimos el cuerpo de los bailarines y nos descubrimos a nosotros inanimados, inútiles, quietos y torpes ante semejante derroche de movimiento. Pero ése tú que se mueve ante nosotros, es también un yo. Cuando se acercan, cuando se individualizan y se vuelven personas, esos cuerpos en movimiento nos recuerdan que también son un yo, que son humanos, que compartimos mucho más de lo que creíamos.

A partir de aquí, puede iniciarse el diálogo. A partir de aquí, nacen las múltiples interpretaciones de la obra de Xavier Le Roy.

Retrospectiva” de Xavier Le Roy, Fundació Antoni Tàpies, Barcelona