La historia rota
El discurso fragmentado, la historia no lineal, la discontinuidad del sentido, son algunas de las características que encontramos en la danza contemporánea, pero también en otras formas de arte como el cine, el teatro e incluso, la música. Ahora bien, romper con la linealidad de la historia, del discurso no implica la desaparición de toda coherencia compositiva, como tampoco del sentido. Entonces ¿En que radica dicha ruptura?
Ante todo, la idea de la fragmentación del discurso y de la historia remiten al abandono de una forma específica de abordar la suceción de acontecimientos -o escenas- que consituyen una obra; y esta es la historia como una secuencia preestablecida y estática de introducción, nudo/clímax y descenlace. Digamos entonces que, la consecución entre introducción-clímax-final representa un modo específico de concebir la temporalidad. Como expresáramos, se trata de un modo lineal, evolutivo y en el cual la relación necesaria y suficiente entre causa y consecuencia opera con toda su fuerza. Por este motivo, romper con «la línea» es una manera de romper con la causalidad como modo de progresión de los hechos para dar lugar a un devenir in-determinado y por ello, imprevisto.
En la danza contemporánea, las nuevas ordenaciones discursivas no responden a un criterio dado de antemano ni a una ley rígida de suceción/evolución. Los coreógrafos organizan los momentos y escenas de un modo singular y propio, lo cual no significa que sea un modo cualquiera. A esto me refería cuando decía que la coherencia compositiva no se esfuma sino que sigue estando, pero ahora se trata de una coherencia creada y establecida por el mismo artista quien, atendiendo a un criterio personal, traza ciertas relaciones y no otras entre los diferentes elementos de la obra. Ajeno a este proceso de creación y composición, el espectador se zambulle en una historia cuyo devenir no puede anticipar, dejándose llevar…y sorprender.
Por otra parte, la fragmentación discursiva supone también la fragmentación del sentido, lo cual conlleva la posibilidad de múltiples entradas -significativas- al discurso propuesto. El «cuento» ya no es uno, el significado no es unívoco, el acto de interpretar se vuelve creativo en tanto el espectador no tiene descanso y busca -activamente- posibles conexiones significantes armando, de algún modo, «una propia historia».
No obstante, aún se rompa con el mencionado formato tradicional, la obra en sí se presenta como una ordenación determinada y esto implica que, aún cuando el coreógrafo no imponga un sentido único y pretenda su cumplimiento por parte de los espectadores, este ofrece una obra/composición que orienta el espectro significativo en un dirección dada.
Sea como fuere, lo importa a rescatar es que tanto los creadores como los espectadores cuentan con una relativa libertad a la hora de crear la obra y el sentido, respectivamente. El tiempo lineal supone que a determinadas causas, las consecuencias serán necesariamente siempre las mismas propiciando un ciclo de repeticiones y por ello, de previsiones. La historia rota es la historia con grietas, la historia que no alienta a la comodidad de la certidumbre sino que abre interticios que dan lugar a la acción y a la creatividad de los sujetos y, de este modo, a la aparición de lo nuevo.