Identidad vocal
¿Tenemos como individuos una identidad vocal? ¿Una identidad personal e intransferible? Podríamos contestar afirmativamente a esta pregunta. Un individuo se puede reconocer así mismo en el reflejo que el espacio acústico le devuelva de su voz. El conjunto de elementos vocales como el timbre, el mecanismo, la intensidad, las fluctuaciones de tono reflejados en el espejo le puede llevar a decir, sí ese de ahí soy yo. Este aspecto externo de la imagen vocal por un lado y luego las sensaciones físicas en el momento de la producción de la voz junto con la vivencia emocional, por otro, complementarían en el lado interno la identidad vocal. La voz como un instrumento de la expresión y de la afirmación del yo que frente a uno mismo y frente a los demás dejan una huella sonora de yo soy. Pero, ¿cómo se construye y conforma esta huella dactilar única? No hay un solo elemento responsable. Algunos de estos elementos vienen dados, como por ejemplo; por la anatomía y el género sexual, por los modelos paternos y el entorno familiar, por los modelos escuchados en la escuela, por la cultura donde se nace y vive, por el grupo social en el que se crece. Otros elementos se eligen en procesos más o menos conscientes; como por ejemplo, la identificación sexual y las referencias vocales de modelo de género elegido, el grupo social al que se quiere pertenecer y al que se elige acercarse y crecer, la trayectoria vivencial, el nivel cultural elegido, el grado de salud construido, la profesión elegida. Me viene el juego de palabras entre nacer y hacer: uno nace y también se hace. Y aunque la voz individual se va ir formando en función también del idioma que se habla y la escala de valores vinculados a la sociedad en la que se vive la persona también tiene capacidad y margen de decisión propia para construir su voz, su identidad vocal dentro del grupo.
En muchas ocasiones he escuchado a profesoras de canto clásico decirle con rotundidad a un alumno o alumna, esta no es tu voz. Cuando oigo estas afirmaciones drásticas los ojos se me abren como platos y comienzo a temblar buscando por la sala indicios de presencias invisibles que estén abduciendo al pobre alumno en ese momento. Para mi tranquilidad, descubro que no se trata de que este presenciando una sesión espontánea de espiritismo sino que la profesora de un manotazo golpea en su centro y le dice que no esa identidad vocal que ha ido construyendo es falsa. ¡Qué osadía invasiva! ¡Un esquema mental que como todo esquema cultural esconde también una moral! ¡Una moral que como todas las morales implica un juicio que se mueve entre aguas de lo que está bien y de lo que está mal! ¡Una moral, y la historia está sembrada de trágicos ejemplos, que atenta contra la individualidad y el ser!
¿Y qué sucede con un pueblo o una nación determinada? ¿Se diferencia de otros mediante una identidad vocal concreta? Guy Cornout dice, «el conocimiento del código cultural es absolutamente indispensable para poder hacer una apreciación vocal. La diversidad de las culturas, mucho más que la diversidad de las razas, explica la extrema variedad de las voces». ¿Qué pensáis vosotros? ¿Cuál sería el DNI vocal de vuestro pueblo? ¿Y de la cultura a la que pertenecéis? ¿Cómo se refleja en las expresiones artísticas más próximas a vuestro lugar donde vivís?