Zona de mutación

Paradigma del cazador

Un actor frente a la compulsión del acto, consagra en la impronta de lo repentino, lo que quizá ya sabe, lo que el ex abrupto de una reacción le deja más a la mano de su fuente expresiva. Cuando esos primeros impulsos son cruzados por la reflexión, el seguimiento de lo que no está a la vista, lo que está detrás de lo que se improvisa, y aún, de lo que yace en el papel como su rol pero sin evidenciarse en términos de fácilmente visible, se impone la figura de lo que Carlo Ginzburg denomina “paradigma del indicio”[1]. El sistema de análisis del cazador es de tipo deductivo, así como todo trabajo composicional asume un sentido inductivo. Es por el seguimiento de pelos y señales, donde lo deductivo se asimila a lo adivinatorio o a la solución imaginaria, se puede decir, para no agredir posiciones que se pretenden basadas en decisiones alimentadas por genuinas intuiciones. Esta deductibilidad hace pensar en una lógica positiva, en un encadenamiento develable por vía racional. Pero antes, el frío témpano de los orígenes puede quedar connotado por las huellas por momentos ilegibles, que como datos significativos, la imaginación entrega, para que al final, aunadas, terminen por conformar la identidad unitaria de lo que se interpreta. Ginzburg hace mención al ‘sistema de Morelli’ por el que, a través del estudio minucioso de los detalles, puede determinarse la pertenencia de pinturas originales a sus verdaderos autores.

Esta analogía del detalle cuasi científico, con las señales a través de las que el viejo cazador perseguía a sus presas, motivado por la necesidad determinante del alimento, no le queda muy lejos al historiador italiano para, a su vez, relacionarla con una investigación criminal. Encontrar al autor del delito, no está muy lejos del develamiento de la efigie, conductas y procederes de esa materia del mundo de lo inefable, como puede ser la que genera la creación artística. Que un actor encuentre su personaje, o, en tiempos en que éste no existe, los perfiles característicos de sus actos escénicos, asimilados a la solución de un crímen, habilitan a que la intuición sea capaz de señalizar un camino rumbo a la materia que se adscribe como alimento espiritual.

Si bien en Morelli, por la determinación vía detalles podía identificarse la relación de producción entre un autor y su obra, luego que una multitud de copistas había enfangado un motivo pictórico hasta sembrar de dudas al más experto, la determinación del detalle durante el proceso creativo, ilustra la llegada al pico de la plasmación de una obra por su lado oscuro, de manera inductiva.

El seguimiento de una terminología lógica suele sembrar de fastidio a quienes ven el fantasma del racionalismo atracar en el puerto de lo creativo, aunque debe computarse que en una disciplina indicial, difícilmente se la pueda diluir en los principios epistemológicos establecidos por Galileo.

El reproductor de originales, según Morelli podía distraerse de aquellos aspectos que dan brillo identitario a los detalles, lo cual constituye el punto de rigor para establecer la pertenencia de la mano original. Es decir, en la imbricación de los mismos es donde puede avizorarse lo más prístino de una personalidad específica (el creador), la que nunca puede quedar prendada de situaciones lacunares o faltas de rigor. La naturaleza sale de su océano genérico, a través del hilván que tal creador hace de lo que constituye su particularidad. No es poco provocadora la aseveración de Ginzburg de convertir al arcaico cazador en el primer narrador, al leer de indicios y señales una cadena de acontecimientos sintomáticos que lo llevaban a su presa. El arte de observador que un creador artístico supone, analogado al del arte cinegético, llevaría a decir que todo es interpretable, leíble, luego escribible. Esto último como lo que constituye la resolución acabada de la composición

En el actor, la fijación de un método equivale a la consumación de una escritura, y en su ADN, está contenido el galimatías decodificable de su origen y evolución.



[1] Mitos, emblemas, indicios. Morfología e historia. Gedisa, 2008.


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