Mover para que mueva…
La relación entre el arte y la política ha sido y sigue siendo muy estrecha: el arte como forma de manifestación y expresión de ideas e ideales, el arte como «arma» concreta de articulación y transformación social. Esto no supone, necesariamente, que toda expresión artística tenga fines –o principios- políticos, pero sin duda la potencia poética y creativa del arte ha representado una magnifica herramienta para la transmisión y creación de múltiples puntos de vista.
Yendo al caso concreto de la danza contemporánea, la cuestión de lo político no es sencilla y, obviamente, son muchos los aspectos que le dan complejidad a este asunto. Entre ellos, el primero que salta a la vista es el hecho de tratarse de un lenguaje que no se basa en palabras, pero que esto sea un impedimento para proponer una «danza política» no es más que una simple excusa.
Quizás sea conveniente retroceder algunos pasos en la discusión acerca de lo político -o no- en la danza y comenzar con la pregunta de a qué me refiero con política en este contexto. Vale aclarar que no es mi intención plantear aquí una definición unívoca, pues tengo la total convicción de que las palabras son conceptos que deben redefinirse y reinventarse constantemente, teniendo en cuenta cada situación real y concreta y los sujetos que la componen y participan en ella. No obstante, es válido traer a colación que, en líneas generales, lo político remite al conjunto social mayor, a un orden determinado en el cual se entretejen las distintas esferas y aspectos de la sociedad.
Ahora, si bien es cierto que la política tiene su vínculo más cercano y palpable con la organización del Estado y del poder, con las formas de gobierno, las asociaciones partidarias, etc. podríamos extender y ampliar el concepto a fin de abarcar cualquier tipo de acción social que tenga intenciones de incidir, en la medida de lo posible, en dicho orden o contexto social.
Cuáles son los efectos concretos de tales acciones es algo de lo que no nos ocuparemos aquí y ahora. Recuperemos más bien la idea de las intenciones, de la voluntad de un artista de crear y proyectar un mundo nuevo, un mundo otro al instituido… y de esta manera proponer transformaciones «en el afuera», aún cuando el impacto real de tal o cual acción artística sea condicionado.
Podemos establecer entonces una distinción entre aquellas manifestaciones artísticas que aspiran a poner en tela de juicio el orden dado y las definiciones canónicas o, por el contrario, aquellas que sólo procuran entretener livianamente a su público.
Dicho esto, volvamos a la danza para preguntarnos de qué manera esta forma artística puede enarbolarse como una acción con orientación política en el sentido aquí propuesto, es decir, que alce un cuestionamiento al status quo. ¿Es acaso necesario transmitir un mensaje cargado ideológicamente? ¿Es acaso necesario usar la palabra y/o la representación? ¿Acaso la danza se ha visto históricamente comprometida con la lucha de ideas e ideales? ¿Cuál es, actualmente, la relación entre la danza y la transformación social?
Voy a ser honesta y admitir que no podría responder estas preguntas sin dar rodeos, titubear y contradecirme…pero de alguna manera estoy segura de que el lenguaje de la danza, cuya materialidad se conforma de cuerpo, espacio y tiempo, conlleva en sí un potencial altamente político, en tanto su aspecto material implica estos tres conceptos que nos atraviesan y definen como sociedad.
Es importante tener en cuenta que, la danza contemporánea, se presenta como una forma y lenguaje del arte «periférico» en relación a otras manifestaciones artísticas y estéticas. Digo periférica en tanto no hablamos de una danza de alcance masivo ni de alta visibilidad o protagonismo social; proporcionalmente a otras artes, pocos son los que hacen de la danza contemporánea una realidad y de la misma manera no muy extenso ni variado es el público que le da sentido(s).
Por este motivo, quizás, el primer paso que deba dar la danza contemporánea como «danza política» sea abrir el panorama, ser más inclusiva, introducir el peso y valor de la corporalidad en la gama de lenguajes artísticos y así dar lugar al profundo debate que el cuerpo conlleva.
Pongo aquí puntos suspensivos, siendo consciente de haber realizado un simple esbozo de este debate, pero con el anhelo de poder suscitar nuevos e inesperados trazos.