Incendiaria en combustión

Luz negra

De naturaleza invisible, la luz negra es aquella que emiten las lámparas de radiación magnética ultravioleta. Es la que hace resaltar los colores fluorescentes dejando en la oscuridad al resto. La que se usa para comprobar la autenticidad de don dinero. La que permite decodificar en la sombra lo que permanece oculto a plena luz.

Luz negra podría denominarse también a la que proyectaron los centenares de mineros de la Marcha Negra que el martes llegó a Madrid para iluminar un horizonte oscurecido y destrozado por los sablazos al más legítimo de los estados: el de bienestar. Una luz negra que revela la solidaridad que mantiene entre sí una sociedad atónita por la velocidad con la que se desmantelan sus sectores de la mano de unos agentes políticos asentados en la cultura de la mentira y de la ocultación.

La imagen de los mineros entrando con su luz en medio de la noche, además de la acción literal de hacerse oír con sus armas de trabajo, supone un acto metafórico que lanza diferentes mensajes: el de la oscuridad del presente, el de la necesidad de construir unidad y de emitir luz propia para marchar hacia el futuro.

De futuro y, concretamente del futuro del teatro, hablaba el director del Festival de Teatro de Almada, Joaquim Benite. «El futuro del teatro depende siempre del futuro de la sociedad», declaraba en una entrevista con motivo de la celebración de la vigésima novena edición de este festival que se celebra desde el 4 y hasta el 18 de julio en Portugal. En la misma entrevista, Benite explicaba como la presente edición del festival ha conseguido ser un festival «de la Europa de las tradiciones culturales y de las identidades europeas más allá de la Europa de los negocios y el dinero». Sociedad y teatro caminan entonces juntas retroalimentándose y cuestionándose.

También con la cuestión del futuro iniciaba la directora israelí Yael Ronen «The day before the last day», una co-producción del Habima National Theatre de Israel y la Schaubühne de Berlin presentado dentro del programa del Festival de Almada. Así, un especialista en el estudio del futuro –encarnado por un actor- se encargaba de abrir el espectáculo con la exposición de la teoría del próximo gran conflicto mundial – alrededor del año 2018- para dar paso a una exposición de toda una serie relaciones sociales marcadas por la dificultad de convivir debido a las diferencias religiosas, la presencia de fanatismos y de racismos o el proceso de virtualización de una sociedad dominada por San Google, entre otros.

Entonces, teatro para el futuro. Pero, ¿qué futuro? ¿El virtual o el económicamente rentable? Porque si la sociedad del futuro tiene que ser así –virtual y económicamente rentable-, entonces es cierto que el teatro no tendrá gran futuro. De modo que, ¿cómo podemos iluminarlo?


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