Apuntes de un festivalier (II)
La forja de un espectáculo callejero de gran formato es una aventura sumamente peligrosa. El respeto que me impone el creador o colectivo artístico que decide acometer tal odisea es muy grande. Supone una empresa artística y económica de altísimo riesgo, e implica unas necesidades de producción sufridas y complejas –calendario, ensayos o requerimientos técnicos para nada convencionales-.
No voy a echar la mirada atrás y preguntarme por la generosidad, legado o transmisión de conocimientos de las grandes compañías, aquellas que nos acompañaron durante la transición y los primeros años de democracia en la recuperación de nuestros espacios públicos con materiales artísticos tan lúcidos como sorprendentes. Echaría la mirada atrás para preguntarme también por las fiestas y festivales que participaron en dicho proceso de democratización pero no lo haré. Tampoco me preguntaré por la inexistente estrategia de las instituciones respecto al sector y a sus posibilidades durante todos estos años, en épocas de crisis o no – y menos lo compararé con el trabajo hecho en países como el Reino Unido que, a través de políticas culturales claras y ordenadas, se están convirtiendo en nuevas potencias mundiales-.
Estos últimos años, he podido observar cómo el peso de diferentes producciones de gran formato ha terminado por aplastar a sus creadores. Compañías ilusionadas que han sucumbido a retos propios o a desafíos interpuestos por festivales u otros certámenes con muy pocos recursos. Creadores y programadores que tampoco hemos sabido resolver la entrada de la producción de espectáculos de gran formato de este país al siglo XXI.
No hablo ni pretendo poner como ejemplo el gran despliegue de medios y capitales que implican los espectáculos de la mejor compañía de teatro callejero de todos los tiempos, Royal de Luxe, con piezas como La visita del sultán de la India en su elefante de viajar en el tiempo. Pero permítanme que les hable de otras propuestas galas más asequibles que recientemente he podido disfrutar.
Estos días en Chalon dans la Rue me llamó muchísimo la atención que una de las compañías francesas programadas, KompleXKapharnaüM, contara con más de diez coproductores, hubiera necesitado cuatro años para la elaboración de su Figures Libres y participado en cuatro procesos de residencia artística, tres en Francia y uno en Austria. El espectáculo tenía momentos maravillosos y otros francamente olvidables. Con todo, se trataba de una pieza acabada. Un material testado, que planteaba un diálogo rico y fluido con el espacio público, con una escritura elaborada y una interpretación más que solvente.
Con menos ensayos a cuestas, pero con el apoyo de cinco centros de creación, la compañía Underclouds presentó Funambus. Con ellos también tuve la sensación de estar disfrutando de un proyecto sólido, terminado. Incluso ante Article 13, la esperada coproducción entre los franceses Carabosse y los mejicanos Teatro La línea de Sombra – una supuesta alquimia que no superó las expectativas que muchos teníamos puestas en el proyecto- uno podía hacerse cargo de los muchos medios y tiempo invertidos en el proyecto.
Me pregunto constantemente cómo podemos ayudar a aquellos creadores interesados por el gran formato –que no eventos o inauguraciones de turno- , y si cabe continuar esta batalla o conviene centrarse en aventuras de medio y pequeño formato, materiales que tienen al menos, menor riesgo artístico y más posibilidades de mercado en el ámbito internacional.
Sin cuestionar si tenemos artistas aptos o no para este tipo de aventuras –pero echando mucho de menos las posibilidades de formarlos que ha podido ofrecer nuestro contexto-, me pregunto quién es capaz de asumir la producción de un espectáculo de gran formato hoy día en nuestro país. Qué posibilidades de ayuda responsable tenemos por parte de la institución y qué intermediarios la pueden exigir; y qué festivales y centros de creación –aunque estén por adaptar- se atreverían a compartir dicho proceso y a partir de qué estrategias, ¿no creen que ya iría siendo hora? Parece mentira que todavía vivamos sumidos en sinergias tan desfasadas y poco solidarias.
Perdonen tantas preguntas sin respuesta y tanta disertación. Tengo la cabeza hecha un lío. Me parece que el calor de este verano tan peliagudo está empezando a afectarme a la cabeza.