Cometas en Bolueta
Ayer nació a la vida un nuevo espacio en Bilbao, de lustroso suelo de madera, para pisar, danzar, cantar. 5 mujeres poderosas lo guardan y guardarán. Le dieron ayer noche, nocturna noche de luna llena, el primer hálito vital. Un primer soplo de vida, que se convirtió en brisa, viento y huracán donde volaron las cometas a modo de cuento inaugural.
Curiosa forma de poseer el viento, la cometa. Un modo de sentir directamente a Eolo en las manos. En el mundo griego, Eolo era el señor de los vientos, los anemoi. De hecho, la palabra griega ánemos que significa viento, se convirtió en la palabra latina anima¸ que derivó, a su vez, en el término castellano alma.
Y alma parece que traen consigo algunas brisas que, de cuando en cuando, nos acarician la cara, cuando miramos al mar o recordamos a alguien en una cálida tarde de abril. Son innumerables las referencias que los poetas, los sabios y los artistas hacen al viento para explicar lo inexplicable.
Clarissa Pinkola Estés, narradora y contadora, autora del ya célebre «Mujeres que corren con los lobos» habla de esta manera al describir lo que sucede cuando alguien que cuenta, entra en un estado de conciencia alterado: Una narradora en estado de trance invoca al duende, el viento que sopla sobre el rostro de los oyentes y les infunde espíritu. La palabra castellana espiritu procede del vocablo latino spiritus, cuyo significado original era «soplo», «aliento».
En la carta plagada de sabios consejos, que el Jefe Seattle dejó al presidente de Estados Unidos, en 1982, hay también una referencia explícita al viento: Recuerda que el viento es sagrado. Que él comparte la vida de todo lo que sostiene.
Tato, entrañable personaje alcazareño, nacido y vivido en tierras de molinos, dejó clara constancia de la importancia del viento por aquellas tierras manchegas al afirmar en este mismo 2012: Te puedes ocultar de un montón de cosas, pero del viento no.
Y este tratar de esconderse del poderoso viento no puede sino traer a correr por estos senderos a la mismísima Preciosa de Lorca y a su luna de pergamino, quien buen susto se lleva un día, cuando el aire decide perseguirla por los caminos convertido en un hombrón que le levanta las faldas a modo de aperitivo.
¿Qué tendrá el viento, qué tendrá, que parece susurrarnos secretos cuando nos tomamos el tiempo necesario para escucharlo? Algo de esto debe de saber la actriz Iben Nagel Rasmussen, quien, hace tiempo, decidió convertirse en cometa para ir en busca del viento. Iben ha creado un entrenamiento propio para actores y bailarines que se llama la Danza del Viento. Se trata de una técnica codificada (todo lo que se realiza está marcado, delimitado y diseñado), en la que, en base a un trabajo rítmico de saltos, la persona acaba por perder todo sentido de la gravedad para moverse con una ligereza de espiritu digna del más juguetón de los vientos.
La compañía polaca de teatro el Canto de la Cabra tiene una forma específica de trabajar la presencia actoral y las relaciones de mutualidad. Cuando se trabaja en la sala y los actores comienzan a moverse por el espacio bajo las consignas de su entrenamiento, se crea un verdadero «viento», una estela de brisa que los componentes van dejando a su paso y que hasta llega a mover los cabellos de las personas con las se cruzan.
En la sala de entrenamiento, el viento es señal de vida. Así que no podemos más que alegrarnos de que soplara tanto aire en la noche del alumbramiento del espacio Bolueta, que, desde aquí, me atrevo a re-bautizar como espacio Veleta.
Y, para despedir este artículo colmado de buenos aires, les dejo con un poema de Julio Maruri que, a mi entender, capta a la perfección el sentido más humano del viento:
Y otras ciudades
Han de saberte siempre.
Tu, parte de su historia.
Una tarde de lluvia, tú pasando.
Tu voz prendida de las hojas.
Huella de ti, la calle.
Un jardín rezará palabras tuyas.
Y alguien dirá:- Qué rumoroso viento.