Vivir riendo
Un tema del que no hemos podido prescindir en los últimos tiempos es el de la producción de risa a gran escala, porque hemos estado asistiendo a eventos en los que la gran preocupación de sus organizadores es inventar las diferentes formas de hacer reír, y como sugeríamos en una columna anterior, quienes organizan dichos eventos al parecer hacen un estudio de inducción de la risa, para promoverla por anticipado en los boletines y en la propaganda y hacer que el público llegue a la sala con ella puesta y empiece a reír sin ton ni son, aún sin haber comenzado el acto.
La intención de hacer reír siempre ha sido una estrategia de quien desea vender un producto, con aspecto artístico, porque para el ser humano la risa es un elemento fundamental para la disminución de sus tensiones, pero la forma de cómo hacerlo y para qué hacerlo es lo que ha venido variando, dependiendo de las circunstancias y del papel individual o colectivo de quien desea hacer reír, lo que nos lleva a pensar que, quien tiene la intención de hacer reír, o es alguien que lo hace por impulso, y porque está de moda, o simplemente está sirviendo a los intereses de una estrategia montada para hacer de la risa un elemento conducente a la indiferencia y al olvido.
La risa siempre ha estado en escena, pero las estrategias para despertarla en el espectador han cambiado con el tiempo, y por ende las consecuencias de la misma también, porque la risa casi siempre ha estado en escena cumpliendo una función de crítica, valiéndose del humor inteligente, cuya estrategia es plantear situaciones para ubicar al espectador dentro de un contexto e inducirlo a asumir una actitud como ser social que es, una consecuencia muy distinta a la cual quieren generar quienes tienen la misión de hace reír para convertir al espectador en un ser gregario e impulsivo, en el cual la risa despierte por contagio y no por raciocinio.
Tal vez la risa por la risa ha empezado su período de prosperidad, porque nadie niega que está enseñoreada de la mayoría de los espectáculos, a partir del origen de múltiples manifestaciones, con aspecto teórico, cuyo objetivo es hacerle creer al ser humano que todo es un accidente, y que su destino es el disfrute, y es esa la razón por la cual el espectáculo que convida a pensar ha ido perdiendo prestigio y audiencia.
Muchas cosas, según estas manifestaciones con acento teórico, han desaparecido, como la historia, de lo cual se infiere el desgano actual del ser humano de pactar el desarrollo de manera compartida, porque si la historia desaparece, no habrá más remedio que dedicarse a reír, y por eso la risa es cada vez más necesaria como elemento de manipulación, porque además es un medio barato de entretenimiento, lo cual resulta muy rentable para sus distribuidores, porque cada día es más la gente a la cual hay que poner a reír.
Muchos intentan hacer reír sin tener conciencia de la utilidad de dicho acto, a pesar de que promueven su espectáculo como parte de un acuerdo tácito con el espectador para ayudarle a salir de sus angustias, y por eso su discurso escénico carece de coherencia y de objetivo.
Hoy en día se ha vuelto una obligación reír, y a diferencia de lo que ocurría en épocas lejanas, en las que reír era indicio de mantener un pacto con el demonio o de hallarse activo en cosas de brujería, sobre todo si quienes reían eran las mujeres, ahora, quienes no ríen se convierten en sospechosos de estar fraguando una conspiración o un acto terrorista.
Reír es saludable, pero más saludable aún es que entre risa y risa fluya el pensamiento, porque de otra manera estaremos condenados a vivir riendo, y sin saber de qué.