Miami cuenta
La narración oral se ha extendido por toda América Latina, y por eso no es casual que haya quienes estén abriendo caminos para introducirla en países de idioma diferente, en donde la población latina se ha convertido en una minoría importante electoralmente, hasta el punto de haber logrado dirigir hacia ella la mirada noticiosa de los medios, adquiriendo así el derecho a levantar la voz, para expresar su presencia, y haciéndola pensar en la generación de procesos de recuperación de identidad cultural, porque éstos van casi siempre ligados al concepto de territorio, que es un elemento fundamental en la consolidación de un poder.
La semana pasada estuvimos presenciando uno de los experimentos que se están haciendo en Miami, relacionados con la narración, cuyo objetivo es procurar la consolidación de un espacio de identidad cultural, y sobre el cual escribiremos con sentido de crónica más que de análisis, porque preferimos hacer una observación detallada de dicho proceso, debido a que consideramos que todo experimento merece un tiempo de comprobación, para no desviar con ideas preconcebidas su curso, pues siempre existe el riesgo de que el rumor se imponga sobre la realidad y termine alterando su ritmo.
Desde hace algo más de seis años la actriz cubano – americana, Marilyn Romero y la cantante guatemalteca Geraldine Townson, ambas con trayectoria en las tablas, iniciaron en Miami un forcejeo con las circunstancias para crear lo que en principio decidieron llamar FESTIVAL HISPANO DE NARRACIÓN ORAL, luego FESTIVAL INTERNACIONAL HISPANO DE NARRACIÓN ORAL, hasta concluir en la denominación del evento con el breve y sugestivo nombre de MIAMI CUENTA, una trayectoria en busca de una denominación convincente que produjera el milagro de crear un mensaje cifrado para la dirigencia latina de dicha ciudad, con la intención de hacerle comprender que un poder no garantiza su permanencia si no se alimenta con las condiciones necesarias para generar arraigo, como lo es una identidad cultural, de la cual se puede derivar también el concepto de territorio.
Pensaron en dar forma a esta idea, con un sentido de responsabilidad cultural, porque en esa ciudad se halla diseminada una amplia capa de población de origen latino cuya esencia cultural ha ido perdiendo peso debido a que todo acto que se realiza con el distintivo de cultura lleva implícita la creencia de que debe ser diseñado para apoyar el olvido de las fatigas de la vida diaria, porque esta es una ciudad que los inmigrantes reconocen como un lugar de paso, en donde para muchos el futuro no incluye echar raíces, por lo que el del regreso es un deseo predominante, y es quizás ésta una razón por la cual las actividades son pensadas para divertir y excluyen casi siempre el compromiso con la reflexión y el pensamiento, y con objetivos que incluyan conceptos como el de identidad cultural.
La gran mayoría de la actividad cultural dirigida al inmigrante latino, al menos en el área geográfica de la cual estamos hablando, según opiniones coincidentes de la mayoría de las personas con las cuales hemos compartido opiniones al respecto, no está diseñada atendiendo a la función social que sugiere el calificativo de cultural, es decir, a cohesionar socialmente, porque los espectáculos creados con dicho pretexto no plantean situaciones que lleven al espectador a hacerse preguntas sobre su ámbito cultural, y se caracterizan por generar solo un derroche festivo, reproduciendo de esa manera viejos clichés y esquemas conceptuales según los cuales no es potestativo de ciertas etnias, entre las cuales se cuenta la latina, el ejercicio del pensamiento.
Le seguiremos el rastro a este experimento, y volveremos a hablar de él, cuando tengamos resultados que nos permitan expresar una opinión concreta.