Comunicación y público
Aún prevalece la idea de que aquello que no es promovido a través de los medios masivos tradicionales de comunicación conocidos como prensa, radio y televisión, no existe.
La persistencia de una idea de éstas es consecuencia de la práctica, en crecimiento, del desconocimiento de la utilidad de hacer estudios de las condiciones dentro de las cuales se va a desarrollar un proceso, debido al carácter de la inmediatez en las propuestas que es ya un símbolo de la contemporaneidad, y es la razón principal por la cual terminamos culpando de la dispersión del mensaje, o de la pérdida del mismo al posible receptor por no haber acogido éste, o simplemente por haberlo ignorado.
Puede ser esta creencia, de que si no se sale en los medios no hay existencia con garantía de futuro, en unión de otra creencia, cual es considerar a los medios masivos como el único vehículo a través del cual es posible llegar a todo el mundo, el punto de partida de los errores que en materia de difusión de actividades culturales cometemos, lo que puede explicar buena parte de las razones por las cuales hay ausencia de público en ellos.
Estas creencias o ideas preconcebidas acerca de la convocatoria del público para las actividades culturales surgen de considerar a éste como algo inmutable y sobre el cual no es necesario hacer estudios para conocer sus cambios de preferencias o de tendencias, porque tenemos también muy cimentada la idea de que lo expresado en las reacciones del grueso público es lo que en realidad quiere éste.
A estas creencias se suman las relacionadas con la conformación del mensaje, y son las que nos convidan a plantearnos preguntas como: ¿El mensaje que hemos creado, corresponde a las expectativas, de todo orden, de aquellos a quienes hemos elegido como destinatarios, o es un modelo reciclado de mensajes con éxito pasado y por ello considerados aún con vigencia?
Entre el contenido de un mensaje orientado a producir efectos mercantiles y el del destinado a promover una actividad cultural, existen diferencias, cuyo origen se encuentran en el objetivo, porque la sociedad arriesga en materia de cultura, mas no de finanzas, pues las deficiencias de la primera se consideran subsanables y porque además el dinero que se invierte en cultura y no produce los réditos sociales propuestos no son tenidos en cuenta como fracasos, porque la actividad cultural es por lo general tenida como un accesorio que puede estar o faltar sin presentar mayores consecuencias.
No creemos que la inversión que se hace para estudiar la razón por la cual las personas compran o no determinado tipo de mercancía, sea siquiera aproximada a la hecha para averiguar la razón o razones por las cuales la gente va o no a ver un espectáculo escénico, porque este es un conocimiento que se vuelve relevante solo cuando un evento cultural consigue estimular la presencia de público, pues es cuando comienza a volverse sospechoso y en consecuencia, digno de averiguación o estudio.
No es fácil definir una estrategia para llegar a la gente, debido a la proliferación cancerosa de datos y a la rapidez con que va todo, impidiendo aprehender mucho de lo que se quiere promover, porque los mecanismos tradicionales de que hemos hablado también se encuentran en crisis debido a las formas personales de interacción que ha creado un medio como internet y las redes sociales.
La existencia de las redes sociales no quiere decir necesariamente que haya un proceso de comunicación fluida, pero si puede sugerir la necesidad de personalizar los procesos, y por eso consideramos el regreso a formas tradicionales de comunicación, como la trasmisión de la noticia, de una persona a otra, como importante para recuperar la capacidad de convocatoria y llevar público a aquellos espectáculos que convidan a la diversión con pensamiento, porque son éstos los que se hallan en crisis por la ausencia de público.