El Hurgón

Arte a domicilio

Está claro que las dificultades, a quienes no los mata les activa la imaginación, y una muestra de ello es la que se viene despertando actualmente, debido a la escasez de público en los espectáculos que hemos decidido denominar de pequeño formato, en los cuales se mezclan entretenimiento con pensamiento, y al restringido acceso de éste a todo aquello que tenga una relación con actividad cultural y producto artístico de bajo impacto masivo, porque está induciendo a gestores culturales, a actores, a creadores, a promotores, etc, a idear medios que les permita poner en práctica lo que, según dicen, sugería Mahoma, de ir a la montaña si la terquedad de ésta era tal, que no respondía a su llamado.

La ausencia de público en los eventos culturales que no cuentan con el ruido de los grandes medios de comunicación, la imagen del gobierno y el aporte de los sectores empresariales, es una de las mayores preocupaciones de quienes aún creen en las formas minimalistas de llevar cultura a la gente, y es quizás la razón por la cual están resurgiendo formas tradicionales de comprobada eficacia comunicativa, como la propagación del rumor, la trasmisión de la noticia de boca en boca, la salida al encuentro del potencial espectador, y la convocatoria para crear espacios de conversación, útiles para reactivar el contacto con la vida cotidiana, y que son una forma también de revivir el arte escénico, porque dondequiera que se conversa, hay actuación.

La activación de la imaginación en este sentido ha hecho que se creen diligentes formas de acercar al público a la obra artística o al acto cultural, como estrategia para contrarrestar su ausencia, ocasionada también por la dispersión, la aparente variedad de la oferta en materia de entretenimiento, y por ende, por la dificultad que estos antecedentes les crean a las personas al momento de tomar una decisión de adónde ir, porque el receptor no cuenta en forma oportuna con la información suficiente para tomar decisiones, y cuando consigue llegar a ella no tiene mucho tiempo para digerirla, porque ya hay otra información, detrás suyo, apurando.

La necesidad de acercar a la gente a las actividades culturales y al producto artístico, sumergido en ese mar de ofertas, con nombres sugestivos y engañosos, ha activado también la imaginación, con el objeto de crear formas domésticas de mercadeo que le permitan a su hacedor compensar parte de su esfuerzo, pues son excepcionales los casos en que sucede lo contrario, es decir, que un producto artístico resuelve en forma definitiva los problemas de subsistencia de quien lo hace, y es por eso que vemos de manera constante a quien después de hacer su disco sale a venderlo, a quien después de escribir un libro, busca cómo imprimirlo por cuenta propia para luego salir en busca de comprador, a quien una vez termina de pintar un cuadro hace lo mismo; en fin, vemos a cada quien, por ahí, apuntándole al azar, intentando encontrar a alguien que reconozca su esfuerzo y aunque sea después de un regateo, pague algo por él.

Todos aquellos gestores culturales y hacedores de arte que no gozan del favor de los grandes medios, ni son auspiciados por la imagen del estado, y tampoco son avalados por la gran empresa, están obligados a hacer muchos esfuerzos de imaginación, para crear medios que les permita competir con las voluminosas estructuras culturales, cuyo objetivo es incremente la imagen de una ciudad, de un país o de una empresa comercial, y por eso tendrán que especializarse en promover su arte a domicilio, si pretenden que éste sea conocido.


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