Elemental, querida partícula
Rolf-Dieter Heuer es un alemán de barba blanca y ojos azules cristalinos. Desde 2009 dirige el CERN, uno de los principales centros mundiales de investigación científica y tecnológica. Sus actividades están dirigidas al análisis de la estructura de la materia y del universo. Con este fin, cuenta con los laboratorios más avanzados de aceleración y detección de partículas, como el LHC que fue inaugurado en 2008, bajo el mandato del señor Heuer y que persigue reproducir las colisiones de partículas que tuvieron lugar inmediatamente después del Bing Bang.
Heuer, que coordina a 11.000 científicos desde la sede del CERN en Ginebra, estuvo en Bilbao el viernes de esta semana pasada para dar una conferencia. ¿Cuántas personas se enteraron de ello? ¿Cuántas personas se habrán cruzado estos días con Heuer por Bilbao sin advertir que acababan de pasar al lado de uno de los mayores expertos mundiales en física de partículas?
Partículas, por cierto, pequeñísimas para explicar los grandes misterios del universo. Ínfimas partículas con nombres tales como quarks, leptones y bosones. De momento, no se conoce nada más pequeño que estas partículas. De entre ellas, la más famosa es el bosón de Higgs, que es incluso candidata a personaje del año por la revista TIME. Cuentan que el científico Peter Higgs lloró de emoción en junio de este 2012, cuando los equipos de investigación del CERN anunciaron que habían logrado probar la existencia de una partícula de características muy similares al bosón que Higgs había «imaginado» en 1964. Rolf-Dieter Heuer, coordinador de toda esa red de científicos, no puede permitirse llorar.
Le han preguntado a Heuer cuál es la parte más difícil de sus trabajo, si gestionar los proyectos científicos en sí para que lleguen a buen puerto o conseguir la financiación necesaria para ello. Con una sonrisa, Heuer dijo: Si me lo hubieras preguntado hace unos años hubiera contestado, sin dudar, que gestionar los proyectos científicos. Hoy en día, lo más complicado es conseguir financiación. Y después, pensativo, añadió: Mientras los científicos que están trabajando en los laboratorios no noten la que está cayendo, significará que yo estoy haciendo bien mi trabajo.
El CERN, uno de los grandes laboratorios de innovación científica y tecnológica del mundo, un centro que está tratando de dar respuesta a las grandes cuestiones que han fascinado a la humanidad desde que, asombrada, se puso a contar estrellas, está sufriendo grandes recortes y ausencia de financiación, a pesar de ser el lugar donde trabajan parte de las mentes más brillantes del mundo.
¿Cómo no lo vamos a notar también nosotros, los simples mortales? Me refiero a los que existimos en otro orden de cosas, en una escala más pequeña que la del CERN, pero algo más grande que el Modelo Estándar, que es el hábitat donde las pequeñas partículas elementales se mueven como pez en el agua.
No se si las partículas elementales se verán afectadas por la crisis, probablemente no. Pero nosotros si que lo estamos y los científicos de talla mundial parece que también. No se cómo se las va a arreglar la gran maquinaria del CERN sin dinero para seguir investigando, descubriendo y probando hipótesis a la velocidad a la que lo estaban haciendo. Imagino que los requisitos y necesidades tecnológicas que se habrán creado a lo largo de la última mitad del siglo XX y parte del XXI para poder seguir llevando a cabo sus experimentos serán tan gigantes y vinculantes que difícilmente podrán proseguir si no es con todos estos equipos marchando a toda máquina. Pero, ¿y si no hay dinero? ¿Agudizará el hambre de aprendizaje el ingenio de los científicos?