Ilusiones mediáticas
A pesar de la celeridad con que están entrando en la vida cotidiana los desarrollos tecnológicos, y con que se están apropiando de la atención de los usuarios con nuevas, sugestivas y halagüeñas formas de interacción, no parece estar muy claro en la consciencia de las personas la utilidad de dichos mecanismos para conseguir independizarse de la influencia de los tradicionalmente conocidos como medios masivos de comunicación, y a los cuales, sin ningún respaldo analítico seguimos dándoles el carácter de comunicadores globales, pues cuando necesitamos difundir una noticia las primeras ideas que surgen en nuestra cabeza son las de prensa, radio y televisión.
Los nuevos mecanismos de interacción, que son ya parte de nuestra vida cotidiana, porque la están determinando, pues están trascendiendo en muchos casos los linderos de la obsesión, son considerados, sin embargo, más como un medio de entretenimiento que de comunicación.
Esto puede significar que los procesos de pensamiento de la humanidad avanzan a un ritmo mucho más lento que su tecnología, y que cuando un conocimiento abarca a una importante mayoría de personas, ya hay un plan inconsulto para pasar a otro estadio, sin importar si el anterior ha sido digerido a manera de conocimiento por la gente, es decir, si dicha tecnología ha producido un desarrollo real, y es tal vez esa una de las razones por la cuales los procesos sociales, en la mayoría de las ocasiones de producen sin intervención de nuestro razonamiento, y por lo cual existe la tendencia del ser humano de crear dependencias, para mantener en vilo una seguridad aprendida a través de hábitos y alejar de paso todo concepto de autonomía.
Aunque los tradicionalmente denominados medios masivos de comunicación han entrado en una crisis de captación de público, no parecemos muy enterados de ello, y tampoco nos hallamos preparados para sacar provecho de su debilidad, porque no hemos estudiado la fuerza intrínseca de esos nuevos mecanismos de interacción, como las denominadas redes sociales, por ejemplo, cuya utilización razonada, creemos, podría redundar en beneficio de la democratización del conocimiento y las relaciones entre las personas, además de ayudar a generar una percepción más confiable de la realidad, por hallarse ésta más expuesta al debate, debido a la fácil accesibilidad que tiene a las mismas cada vez más gente y sin que para ello sea necesario hacer antesalas, y genuflexiones, a las cuales suelen ser tan afectos quienes manejan medios de comunicación.
Esta falta de análisis hacia los medios masivos de comunicación, y la creencia de que los mismos se hallan libres de todo riesgo en los actuales momentos de crisis, nos impide percibir la pérdida de su objetivo y de cómo son también víctimas de la improvisación sin destino que caracteriza a todo proceso carente de sentido, como son muchos de los que giran en la órbita de la globalización, y cuyo fin no va más allá de la búsqueda de estrategias para salvarse de un naufragio seguro, y por eso seguimos manteniendo la dependencia hacia ellos y creyendo a pie juntillas en su eficacia, no solo para comunicar sino para hacer de la comunicación un elemento integrador, a pesar de estar ellos, también, al servicio de la dispersión y de la confusión de contenidos.
Esta manera de movernos por impulsos hace que no seamos conscientes de casi nada, y ni siquiera de las fronteras formadas entre un antes y un después en materia de desarrollo y de tecnología, y que por eso cada vez seamos más dependientes de quienes deciden el momento a partir del cual debe retirarse un modelo de desarrollo y sustituirse por otro.