Zona de mutación

Pez de aguas turbias

Ya se sabe que el poder puede recibirse en estado sólido, líquido, gaseoso, espirituoso, intravenoso, oral, onírico, virtual, etc., y debe decodificarse como lo que es: poder económico. Nadie ignora que aún cuando un gobierno pueda ganar las elecciones, no quiere decir que ostente el poder. Desde ya que ese gobierno también lo sabe y la presunción de corruptible a la que se lo hace pasible, según la fuerza real de ese poder, conlleva el aquilatamiento de la subalternidad en que la clase política debe colocarse frente a él. Así, que hoy por hoy, es factible absorver poder en grageas, en carencias, en prebendas, en extorsiones, en potlatchs de premios, prestigios, y packagings por el estilo. La posología es amplia y certera y hace sistemáticamente a un cuerpo, el social como bien lo decía Foucault. El Poder se depura pero su compacidad nunca es absoluta, como tampoco es absoluta ni obtusa la operación de contrapoder. Cuando cunde el derrotismo puede entenderse que hay en realidad temor a confrontarlo. El panóptico, en carácter de ojo absoluto se corresponde con un cuerpo que lo introyecta. En los cuerpos se desarrollan no pocas de sus batallas. Artaud, Fijman, pueden ser modelos. Muchos de aquellos que optan por jugar a loquitos, disimulan el alto dosaje de poder inoculado en sus venas, apostando a hacer de sus extravagancias una especie de producto pseudo-transgresivo que redunde en buena tasación de bolsa.

Es común escuchar a políticos decir «siempre hubo curas buenos y curas malos, policías buenos y policías malos…», para exculpar estadísticamente dentro de una entidad a la mayoría y abrir la puerta a un doble estándar moral. El Poder es ese sistema que se supone funciona con una sincronización de la voluntad colectiva, porque mientras iba en vías de serlo, ya la amasaba a sus fines. Pero siempre habrá un porcentaje que se justificará en la frase: «siempre hubo espíritus refractarios que aún oponiéndose, podrán realimentarse de las mieles del poder». Sin embargo, enfrente, es probable y natural que el verdadero artista esté fuera de las estadísticas. Éste más bien se siente un virus y a las normas de la sociedad como sus antibióticos. Si se pensara que no es sino un divertimento pequeño burgués, determinado previamente por su propio derrotismo, y lo supiera, es probable que prefiera pegarse un tiro. Y no es metáfora. Para los que creen en la construcción de singularidad, el consenso es pura mierda. El consenso es el arma del poder. El sueño de un cuerpo social presto a abjurar. Se sabe que el poder desembarca sobre el cuerpo con liftings, yogas, pilates, mímesis, publicidades, cremas, shampúes, fotoshops, moralejas, campeonatos, y tutti cuanti. La conciencia de cómo la respiración natural del bebé, la costo-diafragmática, se pierde por la influencia de modelos corporales adquiridos y espurios, es un ejemplo. De adultos hay que aprender a respirar. Si hay un concurso de chicas para elegir la mejor ‘cola’, y hay un descastado al que le toca ser presidente del jurado, que no ve mejor cosa que pedir el micrófono para decir que en realidad es un onanista severo, se verá cómo la masturbación enfermiza le hace un ajuste de cuentas a todo el sistema culofílico. Al menos el desviado sabe lo que rinde en el sistema su perfil ‘epater du bourgeois’. ¿Quién no está investido de los poderes inoculados, pero de la misma forma quién no es consciente de su pertenencia a campos de lucha? Si esa lucha se re-totaliza en el sector revolucionario per se, la clase obrera, depende contemporáneamente de una complejidad que la dificulta, pero no la diluye. El secretario general de la central obrera tiene poder, pero él sabe que invirtiéndolo a plazo fijo en el sistema, extrae mayores beneficios que enfrentándolo y haciendo cumplir la liberación de su clase. Deleuze y Foucault plantean el Poder como una red, una malla. Por sus intersticios, viejas del agua, cornalitos, anguilas de barro, mojarras, moncholos, toda la casta de las aguas turbias, filtran, drenan, quedan eventualmente ‘afuera’. Entonces, toda esa retahila periférica se organiza, hace su propio cardumen, hasta adquirir, quizá, cierta capacidad de interlocución. Pero ahí, de vuelta lo mismo: negocios, ese reformismo contenido en el sentido común de los dirigentes, antes utopistas como sus representados, pero ahora, capaces de pactar el ir a medias como estrategia segura. Penoso ver cómo hasta los más grandes artistas aparecen desbordados por sus utilidades. Eduardo Grüner, con cierta ortodoxia plantea como se re-totaliza alrededor de los grandes discursos revolucionarios: lucha de clases, concientización de la clase obrera, manejo de las fuerzas de producción y su crítica al post-marxismo, al pensamiento decolonial, y a la no-remisión de las luchas fragmentarias (mujeres, homosexuales, minorías, raciales, discapacitados, niñez, etc) al liderazgo de la clase obrera. Este es todo un tema. A veces parece más revolucionaria una marcha de gays que una marcha de la CGT. Sin duda. La furia y la velocidad de las tecnologías imponen cambios perceptivos más rápidos que el largo proceso de una lucha liberadora. Las artes virtuales desafían a las artes presenciales como el teatro. En este contexto, deponer una estrategia experimental implica deponer cualquier aspiración a manejar las variables en las que se funda todo principio de realidad.


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