¿Por dónde empezamos?
Hay que arreglar la casa. Pero als noticias de la corrupción en el partido actualmente ostentando el poder mayoritariamente en el Estado español, no ayuda a que reflexionemos con tranquilidad sobre lo que nos ocupa, la cultura, los ataques estructurales que está sufriendo, su estado diagnóstico y qué tipo de tratamiento es el urgente a dispensar y el que puede asegurar un proceso de restablecimiento a medio plazo.
En primer lugar, un recuerdo a Fernando Guillén. Forma parte de mi biografía teatral barcelonesa, de mi formación. Con su compañía realizaban temporadas en el desaparecido Teatro Barcelona con títulos que en aquellos años sesenta y principios de los setenta, eran una muestra de compromiso en el sentido de ofrecer textos del repertorio internacional que nos hablaban a los ciudadanos de entonces. Los secuestrados de Altona» de Jean Paul Sartre. Junto a Nuria Espert y Adolfo Marsillach, otras temporadas con «Hui clos» y «La puta respetuosa». Recuerdo de memoria. Más adelante tuvo una temporada exitosa de teatro mucho más comercial, «Violines y Trompetas» junto a Paco Morán. Muchas más, pero estamos con urgencias viajeras recordando desde la emoción. Su dedicación, su vocación, su constante actitud en pro de la dignificación del oficio, de la profesionalidad entendida no solamente como un sucedido de causalidades, sino que uno puede hacer su currículum, como hicieron Guillén y Cuervo. Es una despedida sentida, porque además, era un buen compañero. Deja saga. Deberían tomar el ejemplo de su padre y su madre.
Porque se trata de que mientras decidimos por dónde empezamos, podemos volver a una casilla anterior para recordar que no está nada escrito, que no hay constitución que nos diga que cuando la situación económica es como la actual, la crisis se debe convertir en más teatro comercial, en más risas alienantes, en más cutrerío de lujo sobre los escenarios. No, eso es lo que dicen (y hacen) los mercachifles, los negociantes, pero mantener una postura de búsqueda de una excelencia artística, pero con textos y propuestas cuyos contenidos, cuyas formas, no adulen a la estulticia, sino que busquen el compromiso, la complicidad estética, ética y política, de los públicos más sensibilizados con estos asuntos.
Esto e podría poner en práctica ya. Pero todavía estamos en shock de la crisis traumática, y las reacciones han sido buscarse la vida, con soluciones de urgencia, jugando siempre en el territorio de los otros, con equipos de menor coste, por lo tanto condenados al fracaso. El teatro comercial, es un producto de mesa de productor oportunista o talentoso, pero no tiene una fórmula mágica. En el teatro de productor mercantil se acumulan también los fracasos.
Se escribe esto a punto de abandonar Santiago de Chile, donde hemos podido comprobar las mil maneras que hay de hacer teatro, con acierto o desacierto, pero siempre partiendo de un lugar que escape a lo de siempre. Y una de las sensaciones más importantes es que hemos estado en salas pequeñas, grandes o medianas, pero siempre abarrotados de públicos. Y en su mayoría jóvenes. Uno se recarga las pilas. Pasado mañana volveremos a estar encabronados con la realidad que nos atropella constantemente y no sabemos darle respuestas. Insisto, ¿por dónde empezamos?