Rebel delirium

Shunt, Shht!

El último espectáculo de la compañía Shunt nos ha trasladado hasta una nave industrial de Berdmonsey, muy cerca de London Bridge, a la riba sur del Támesis. Esta compañía está considerada como una de las de referencia en lo que se refiere a la producción de espectáculos en espacios no convencionales, siguiendo la estela de Punchdrunk. En anteriores ocasiones, Shunt había montado espectáculos en las arcadas de Bethnal Green y debajo de la estación de London Bridge.

El esfuerzo de convertir estos espacios en escenarios es titánico. El trabajo de producción es un sin fin de problemas con todo el mundo (administraciones, vecinos, empresas colaboradoras, actores, etc.). Este tipo de producciones requieren de necesidades especiales, a menudo difíciles de ser comprendidas por los distintos agentes implicados, ya sea porque no están habituados a trabajar con ellas o sencillamente porque no lo han hecho nunca. La compañía conoce todo este proceso y lo acepta con gusto, siempre y cuando el resultado final acabe siendo el esperado y se consiga que el espectador tenga una experiencia. Pero esto no es nada fácil y a menudo el espectador se queda frustrado y con la sensación de, ¿valía la pena todo esto?

«The architects» es la última obra que está presentado la compañía Shunt en un almacén del sureste de Londres. Me resulta complicado explicar el argumento. La acción sucede en el bar de un crucero, en el cual uno grupo de arquitectos escandinavos va explicando de una forma bastante hilarante el funcionamiento del barco y lo que pasa allí. Una banda de música (lo mejor del espectáculo) va tocando en directo de vez en cuando. El espectador está sentado alrededor de diferentes mesitas, como si estuviera en un cabaret, mientras los actores se van paseando por el espacio. Parece que detrás de la historia hay algo del mito del minotauro. De hecho al principio, antes de llegar a este bar, el espectador entra en un laberinto, que para nada resulta perdedor, claustrofóbico o desorientador. Nosotros encontramos la salida en menos de un minuto, de laberíntico nada, parece una broma. Al final de la obra, oigo uno que dice, «pensaba que el minotauro nos comería o por lo menos habernos perdido en el laberinto». Nada de esto. En la parte final del espectáculo, nos invitan a dejar el bar para ir a otro espacio, en el cual dos de los actores hacen un ejercicio de circo con las telas. Bien ejecutado, pero ¿a qué viene esto ahora?

Durante la primera parte se oían risas eufóricas de un sector del público, no entendíamos nada. Luego vimos que probablemente iban borrachos. El bar está abierto durante toda la obra y la verdad es que una copa de vino es imprescindible para tratar de entrar en calor. El gigantesco espacio no tiene calefacción, duro pero comprensible, no pasa nada. Lo que es más difícil de explicar (y más aun sabiendo que la obra estará en cartel de noviembre a febrero) es que el público tenga que estar sentado más de una hora en estas condiciones. La verdad es que al final empezábamos a sentir como se nos enfriaban los órganos. Pasar frío durante un espectáculo es de la peores cosas que le pueden pasar al espectador.

Lo más sorprendente es que esta obra es una coproducción con el National Theatre, y aquí si que ya no entiendo nada. La decepción ha sido más que notable. Tenía muchas ganas de ver algo de Shunt, una compañía que en principio son punteros en site-specific. Las obras de compañías inglesas que estoy viendo de este género me están decepcionando mucho. No me lo esperaba. He estado leyendo críticas de anteriores espectáculos de Shunt y todas señalaban deficiencias importantes en la dramaturgia. ¿Por qué tanta energía en reconvertir una nave industrial, un almacén o una casa abandonada en un espacio escénico cuando hay tan poca cosa que decir?

Leo en este periódico que arranca el máster de creación en artes de calle de Tàrrega que en principio dedicará espacio al trabajo de las dramaturgias en formatos no convencionales. ¡Qué necesario!


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