Críticas de espectáculos

El crítico/Juan Mayorga/Teatro Marquina

Profunda meditación sobre el teatro

 

En múltiples ocasiones nos hemos ocupado de Juan Mayorga, hoy traducido y representado en todo el mundo y ganador de un sinnúmero de premios que no es preciso mencionar aquí. Nos centraremos pues en la última pieza que acaba de estrenar, articulada en torno a otro enfrentamiento dialéctico, significativo en el arco de su producción. La inspiración se la dio su encuentro con Franco Quadri, uno de los críticos más rigurosos y de autoridad universalmente reconocida, en la casa de éste en Milán.

Mayorga sitúa su obra precisamente en el domicilio del crítico Volodia, cuando, la misma noche del estreno, va a visitarle Scarpa, el autor, y allí mismo crítico y creador discuten sobre el texto y llegan a representar una parte del mismo, dedicando a ello un espacio que en nuestra opinión debería ser más breve. No es casual que el drama en cuestión sea la relación entre un joven aspirante a boxeador y su maestro, porque el enfrentamiento entre el autor y el crítico tiene mucho de pugilato, así como los consejos podrían ser los mismos, exhortándole a la paciencia, a no dejarse embriagar demasiado por los aplausos de los espectadores.

La pieza es una profunda meditación sobre el teatro, sobre la necesidad de su compromiso y su deber de revelar la verdad aunque a veces no sea del agrado del público. El debate sobre la veracidad de los personajes, la importancia de la dirección y de la actuación de los actores descubre la personalidad de los dos protagonistas, su manera de concebir la vida, e introduce en su dinámica a un personaje ausente, una mujer, que tiene un peso fundamental y proporciona un inesperado desenlace. A menudo la discusión sobre la creación refleja las lacras del mundo actual donde «se adora la fama y el dinero» y donde «cultura, razón, espíritu» están «en ruinas». Los dos se conocen perfectamente, aunque han librado sus escaramuzas a distancia y ahora ha llegado el momento de enfrentarse cara a cara. Como en La cena de Brisville los rivales se estudian y miden su consistencia, y Scarpa, en lucha entre la admiración y el temor, desahoga al principio toda su rabia contra quien no le otorga la aprobación que cree merecer.

Nos parece que, a pesar del gran éxito que siempre le ha acompañado, Mayorga considera necesario confrontar la creación con el juicio experto sobre su trabajo. Lo subraya Volodia: «Durante estos años lo he visto crecer luchando por acercarse a lo que yo esperaba de Usted […] Yo le he instruido desde aquí, a través de mis críticas […] le marqué un camino, un camino difícil…». También es evidente la relación de amor y odio entre los dos: Afirma Scarpa: «¡Cómo lo odié, Volodia! A todas horas hablaba de usted, contra usted» pero admite: «Poco a poco, frase a frase, comprendí que todo lo que usted había escrito sobre mi obra era justo. Usted, Volodia, ha sido mi único maestro». El enfrentamiento es de gran intensidad con momentos de humor y exaltación, expuesto con el lenguaje brillante y preciso que caracteriza toda la obra de nuestro autor. El texto es sobre todo una reflexión teórica, con clara proyección en muchos otros ámbitos de la vida, especialmente los intelectuales, sobre la relación de influencia mutua, de feedback, entre el creador y el crítico profesional que tanto pesa en la fortuna del primero. No nos sorprende el planteamiento filosófico de la obra en un autor como Mayorga de formación también matemática que seguramente encuentra inspiración en el terreno de la lógica formal para estructurar una compleja red de interrelaciones causales.

La puesta en escena de Juan José Afonso es minuciosa y cuidada. La escenografía realista de Elisa Sáez es muy conseguida, con el acogedor y sobrio estudio del crítico rodeado por el retablo de su librería privada, y encima de ella proyecciones de imágenes relativas a la cuestión debatida en cada momento. Los actores interpretan magníficamente la pugna por la afirmación de la propia autoridad, el duelo dialéctico y las escaramuzas intelectuales por la supremacía psicológica con miradas que desafían al oponente. Juanjo Puigcorbé, siempre mesurado y perfecto, nos presenta a un crítico irónico y sosegado que exhibe gran compostura. Brilla a no menor altura Pere Ponce, un autor impetuoso, violento, a veces insolente. La atenta iluminación de Carlos Alzueta ambienta con eficacia los medidos y estudiados movimientos de los actores. El público del estreno aplaudió repetidamente.

Magda Ruggeri Marchetti

Obra: Si supiera cantar me salvaría (El crítico) – Autor: Juan Mayorga – Intérpretes: Pere Ponce, Juanjo Puigcorver – Escenografía: Elisa Sáez – Iluminación: Carlos Alzueta – Dirección: Juan José Alfonso – Teatro Marquina (Madrid)

 


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