El discurso de Juan Diego Boto
Las jornadas de teatro de Eibar de este año tienen el corazón partido. A los ojos del gajo que aún queda en pie asoma una lágrima azul. En el escenario que albergó la botadura de las jornadas, la fotografía de un hombre moreno, chaparro, con una fuerza descomunal en los ojos, de locomotora. Quizás, por eso, la estela de Chema Cornago seguía presente aquella tarde en el Coliseo, entre las gentes que lo conocieron y entre quienes, por llegar tarde, se han perdido a la persona, pero han tenido, al menos, el privilegio de conocer su legado.
Quien si le conoció bien fue el actor Juan Diego Boto quien, con su voz pausada y su mirada líquida, ofreció una rica reflexión en torno al teatro y la memoria. Lo que a continuación se ofrece son pedazos de aquel discurso cuajado de ejemplos que la audiencia se bebió envuelta en un silencio de invierno.
Arrancó Juan Diego Boto hablando de un cuento que empieza diciendo «Teseo tenía un barco». La historia del barco de Teseo es la siguiente: tras 20 años de andadura bajo el mando de Teseo no quedaba en la nave ni una sola de las piezas originales. Es decir, todas y cada una de las partes materiales de la embarcación habían sido sustitutidas por otra nueva, al menos, una vez y, aún así, y a pesar de que su aspecto también había cambiado, todos conocían y reconocían a aquel barco como el barco de Teseo. ¿Por qué? ¿Qué es lo que hacía que las personas supieran que aquel era el barco de su dueño?
La respuesta es una: La Memoria.
Como también es la memoria quien nos hace reconocernos como a nosotros mismos con el pasar de los años. Poco tenemos que ver ahora con el bebé que fuimos y, si embargo, sabemos que somos la persona que fuimos gracias a este instrumento de la mente, sin el cual nuestra identidad estaría perdida. «El pueblo que no conozca su pasado está condenado a repetirlo.» ¿Y qué tiene que ver el teatro con todo esto?, se preguntarán ustedes, dijo Juan Diego Boto.
El teatro siempre retrata, contestó. Y el ser humano tiene una profunda necesidad de retrarse, porque es así como logra autoconocerse. La historia de cada una de nosotros encierra, necesariamente, un fragmento de nuestro tiempo, de la época que nos ha tocado vivir. Las piezas artísticas son siempre expresión de la actualidad en la que son creadas y siempre aportan, además, un punto de vista. A veces, la perspectiva de lo que se muestra o incluso aquello sobre lo que el arte ha decidido posar su mirada, es capaz de cambiar los cánones de la expresión de una época. Pensemos en la belleza de lo desgastado y lo roto que quedó revelada en las botas sucias que pintó Van Gogh.
Otras veces, la humanidad tiene la necesidad de contarse una y otra vez la misma historia. Este año, por ejemplo, en las jornadas de teatro de Eibar podremos ver la obra Antígona Oriental a cargo del alemán Volker Lösch. En su conferencia, Juan Diego Boto se preguntaba y nos preguntaba: ¿Qué hace que una obra que se escribió 400 años antes de Cristo aún vaya a ser representada en estas jorandas de Eibar 2013 o que estuviera prohíbida en Argentina durante los años de la dictadura? Lo necesario, perdura, dijo Juan Diego Boto.
Y las Jornadas de Teatro de Eibar perdurarán. Así lo afirmó su alcalde, Miguel de los Toyos, en su personal despedida a Cornago. Aunque les falte ahora a las jornadas medio corazón, si algo hay que se desprenda, también, del cartel de este año, es que el de Juan Ortega sigue en pie.