El triunfo de la estupidez
Un escritor español, cuyo nombre omitimos porque no nos está permitido en este periódico hacer menciones que luego puedan ser utilizadas para ejercer el tráfico de influencias, se ha referido de la creciente incidencia de internet, como un paso seguro hacia la consagración de la estupidez, y como nos parece apurado llegar a esta conclusión sin antes hacer algunas consideraciones, hemos decidido terciar en el debate, porque cada día crece nuestra convicción de que el problema no es internet, como tampoco lo es la sensual tecnología que le sirve de soporte y promoción, sino la forma como nos desenvolvemos en sociedad, cerrando cada vez más espacios destinados a la reflexión y al pensamiento y por ello corriendo todos el riesgo de vivir enredados por las trampas de la tecnología, o mejor, de quienes las promueven con sustancial beneficio económico.
Como el título de esta columna, así ha llamado su intervención el escritor no mencionado, quien basa su crítica en el hecho de que en internet puede publicar cualquiera, y además, lo que le venga en gana, sin que se cruce en su camino ningún tipo de supervisión, como si fuese ésta la primera vez en la historia que cualquiera publique lo que le venga en gana, para darlo a conocer al público, y sin que importen las consecuencia de lo publicado.
Sostienen algunos que internet ha democratizado el acceso a la información, y a esto podemos agregar que también ha democratizado el acceso a la publicidad de nuestras ideas y actos, justamente por la facilidad que hay de alternar entre todos, a través de las redes.
No obstante estas dos suposiciones, pues existen cosas cuyo aspecto es democrático y cuya práctica no lo es, nos anticipamos a decir que no todo lo que se da en abundancia y con aparente generosidad tiene como objetivo suplir las necesidades de alguien, porque también puede existir la posibilidad de que sea ésta una forma de entretener, para hacer que quien recibe tenga la sensación de bienestar y desactive sus búsquedas porque cree tener todo resuelto.
Eso pasa con internet, porque la sensación de abundancia de información y de posibilidades de darse a conocer no son tan reales como parece, pues la oferta informativa, caracterizada por un crecimiento sin control genera infinidad de canales, muchos de los cuales lleva a ninguna parte el contenido que fluye a través de ellos, y de lo cual se infiere que gran parte de las notas publicadas en internet pueden no ser leídas o detectadas por los internautas.
Es cierto que en todo cuanto aparece en internet, dado el prestigio del mismo como medio de acceso directo a la publicidad, opera el sentido mágico que otrora adquiría el texto, cuando aparecía en letras de molde o publicado en los diarios, pero, también con internet, tal como hacíamos con el diario, sucede lo mismo de cuando abríamos éste, le dábamos una rápida mirada a los titulares, y dejábamos el resto para leerlo durante un después que nunca llegaba.
Internet puede generar transitorios estados de embobamiento, porque quien entra en él está sujeto a vivir la experiencia visual de quien intenta captar imágenes cuya rapidez impide al ojo humano visualizarlas adecuadamente, y quedarse por ello el observador volviendo la cabeza de un lado a otro, hasta que la evidencia de la imposibilidad de capturar una imagen completa lo lleve a desistir de su intento y decida cambiar de búsqueda, lo cual, a nuestro juicio, puede ser una ventaja para impedir un descenso a la estupidez total, porque el internauta siempre será estimulado a internarse por caminos dentro de los cuales podrá encontrar muchas sorpresas.