Una fotografía
Hace días que vengo pensando en una fotografía. Una imagen democrática -y me da que quimérica- que me gustaría llegar a poder visualizar. El detonante fue otra imagen. Un retrato que apareció hace unas semanas en ‘La Vanguardia’ ilustrando un artículo – debate en el que se advertía que ‘El tejido cultural se está desmembrando’. En él se interpelaba al ‘sector’ sobre los equipamientos culturales de Barcelona. Bueno, Barcelona y Girona, que en definitiva es, como dice un muy buen amigo mío, el jardín de la capital catalana -mi amigo también dice que a Lleida nos tienen por el huerto de Cataluña-.
El artículo se ilustraba con una foto en la que los entrevistados posaban formales repartidos en un patio de butacas. A juzgar por la imagen -el punto de vista planteado por el medio de comunicación-, se podía leer que quien manda en esto de la cultura es hombre, tiene más de cincuenta años -no se me enfade nadie por esto de la edad, hablo de mediana- y se relaciona con el hecho cultural desde un ángulo convencional. Lo de convencional lo digo básicamente por el lugar donde está tomada la foto, el patio de butacas de un teatro, imagen que conecta con una manera concreta de entender el hecho escénico.
El trabajo formidable que cada uno de los interpelados está llevando a cabo es incuestionable. Cada cual desde su parcela, ejercen de faro para diferentes generaciones de consumidores de cultura. Ellos son Xavier Antic, Pepe Serra, Salvador Sunyer, Antonio Monegal, Lluís Pascual y Francesc Casadesús.
Todo el saber que vuelcan en el artículo es importante. Su opinión y manera de afrontar la situación que nos ocupa es relevante y tiene que conocerse. Se tiene que explicar hasta qué punto afectan los recortes -cada vez que escucho hablar de recortes pienso en la inolvidable ‘Nadie lo quiere creer’ de La Zaranda, ¡cuánto más nos van a quitar y hasta cuándo! Somos tantos los que estamos sucumbiendo a la miseria, la amputación o el derrumbe-, y sobre todo qué previsiones tienen para el porvenir de los equipamientos que dirigen a corto y largo plazo.
Llegados a este punto, no obstante, y pensando precisamente en el día de mañana, en una posible fotografía panorámica de futuro, les confieso que tengo muchas dudas acerca de la construcción de lo venidero, sobre las grandes y estratégicas decisiones por tomar, acerca de la política cultural que estamos construyendo y de la que somos tan responsables o más que los políticos que nos están apoyando o no desde la esfera correspondiente. Me pregunto ¿Quién está sentando las bases de la cultura de los próximos veinte años? ¿Quién forma parte activa de dicha fotografía? ¿Qué papel juegan en ella las nuevas generaciones? ¿Dónde están los jóvenes? ¿Qué voz tienen las mujeres? ¿Qué peso tiene la periferia? ¿Qué importancia tiene la cultura de lo otro o las otras culturas? ¿Qué papel juega la actividad cultural no institucionalizada? ¿Qué rol ejerce lo privado? ¿Qué posición ocupa el consumidor? ¿Cómo pueden participar los consumidores y hasta qué punto se tiene que tener en cuenta su tiranía en asuntos de taquilla? Me pregunto también, finalmente, hasta qué punto la crisis y toda la humareda que la acompaña es una cámara dañada que nos impide tomar instantáneas nítidas del presente y lo que es peor, del futuro.