¡Luchemos por la esperanza!
«Hace mucho tiempo, el poder tomó una decisión intolerante contra los comediantes al expulsarlos del país. Actualmente, los actores y los compañías teatrales tienen dificultades para encontrar escenarios públicos, teatros y espectadores, todo a causa de la crisis.»
«Por tanto, la única solución a la crisis se basa en la esperanza de que se organice una gran caza de brujas contra nosotros y especialmente contra la gente joven que desea aprender el arte del teatro: Una nueva diáspora de Comediantes que, desde tal imposición, sin lugar a dudas provocará beneficios inimaginables por el bien de una nueva representación.»
Estos dos párrafos constituyen el comienzo y el cierre del mensaje del día mundial del teatro que este año fue escrito por el dramaturgo y premio nobel italiano Dario Fo. Entre estos dos párrafos, el autor italiano expone la persecución que vivieron los comediantes durante el siglo de la Contrarreforma, que llevó a cabo el desmantelamiento de todos los espacios teatrales, condenando a los autores a un éxodo masivo.
Aparentemente, los gobiernos de los países en crisis aprendieron la lección de la Historia a la que hace alusión Dario Fo y la están intentando aplicar a sus respectivos países en formas más encubiertas.
Así pues, tras la subida del IVA al 21% en España, que lleva a la gente del sector al borde del precipicio, en Grecia, el gobierno de coalición formado por la derecha, los socialistas y un partido dicho de izquierdas está tomando una serie de medidas para ahogar un sector cuya tasa de paro está actualmente rozando el 90%.
Grecia está atravesando por su cuarto año consecutivo de recesión. Durante los últimos tres años, el estado griego no solo eliminó las subvenciones a las compañías independientes, sino suspendió el pago de las subvenciones de temporadas anteriores que ya se habían aprobado antes de que estallara la crisis.
Por si fuera poco, hace dos semanas el Ayuntamiento de Atenas comunicó su intención de proceder al cierre inmediato e indefinido de 36 salas teatrales por no cumplir con una normativa que data del 1937 (sic), cuando en el poder estaba un dictador, Metaksás, y el panorama teatral no tenía absolutamente nada que ver con el actual. Cabe destacar que esta ley vigente desde hace 76 años, se había redactado teniendo en cuenta la realidad teatral de aquella época, cuando en la red de teatros tenían cabida solo las típicas salas a la italiana, que hoy en día son obsoletas y no responden ni a las necesidades ni a la manera de hacer teatro actuales.
En el punto de mira de esta increíble cruzada contra el teatro se encuentran, cómo no, la mayoría de las salas alternativas de menos de 50 butacas, algunas de las cuales llevan a cabo propuestas realmente interesantes y constituyen unos oasis en barrios decadentes donde reinan el tráfico de drogas y la delincuencia.
Al mismo tiempo, la falta de subvenciones, la reducción de los ingresos de taquilla debida a una crisis económica que se hace cada vez más aguda y una tasa de paro en los actores que está rozando el 90% hacen la situación a medio plazo insostenible.
Por otro lado, en estos últimos años se puede observar la aparición en escena de productores que, contando con ayudas institucionales, se hacen con el control de un gran número de salas de un día para otro, «filtrando» así la producción e imponiendo un modelo teatral anodino.
En una época en la que el totalitarismo ideológico rige la vida económica y política de los países del sur de Europa intentando convencernos a todos que no hay otro modelo socioeconómico y político posible, todo apunta a que la cultura, y sobre todo el teatro, constituyen una amenaza que se tiene que erradicar cómo sea, al ser considerados como dinamita en las fundaciones del nuevo orden.
Con el teatro nadie ha podido hasta ahora. Tolos los que desearon o previeron su desaparición y su muerte, han sido desmentidos por la historia. Seguramente lo mismo pasaría ahora. Lo importante es que sigamos luchando por y a partir del teatro. Hay un dicho según el cual cada vez que cierra un teatro, se muere la esperanza. ¡Luchemos por la esperanza, pues!