De Grecia el Teatro

Traducción teatral: ¡traducir desde el alma!

En un anterior artículo, con el título «El palimpsesto o el arte de decir casi lo mismo» hice una primera reflexión sobre la labor del traductor, y la del traductor de teatro en particular. Esta vez, voy a ir adentrando más en el tema, en un intento de trazar las grandes líneas del arte de traducir teatro.

Para empezar, me gustaría tratar de definir qué es exactamente traducir. Uno podría decir que traducir, en general, es ser consciente del sistema que rige dos lenguas, además de la estructura del texto que se tiene que traducir. A partir de allí, la misión del traductor consiste en crear una copia de esta estructura pero a partir de otro sistema lingüístico, con tal de provocar al lector de la traducción las mismas sensaciones a nivel sentimental, fonológico, estructural etc.

Podríamos comparar la traducción teatral con un inmenso laberinto. El traductor que está atrapado en él, cree constantemente que ya ha encontrado el buen camino para llegar a la salida, y justo en el momento en el que está a punto de gritar en plan triunfador «eureka», se da cuenta de que se ha vuelto a perder. Un mar de dudas a las que uno tiene que encontrar respuestas firmes, que a su vez, engendrarán otras dudas, y así sucesivamente, hasta que se entregue la traducción… ¡con una gran duda…!

Cuando se traduce una obra de teatro, el traductor vive y respira dentro del mundo de la obra. La traducción de teatro es un viaje por el mundo que se nos abre delante de los ojos, es ver las imágenes, oler los olores, formar parte de la escenografía, sentir, oír, ver, oler junto con los personajes. El traductor se identifica con la obra, sus cinco sentidos están allí, tiene la obligación de «montar» la obra y de «actuar» en ella, reír con lo que da risa, llorar con lo que hace saltar las lágrimas, oír en sus propios oídos lo que dicen los personajes, imaginar a los actores, sentir el ritmo…

Uno de los elementos más importantes a la hora de traducir teatro es saber cómo suenan las palabras, cómo suena el texto en los oídos de un hablante de la lengua de llegada, la carga afectiva que tengan ciertas palabras y las emociones que puedan evocar. Cuando uno traduce teatro, la voz y los diálogos de los personajes toman vida en la mente del traductor, el peso de cada palabra le atormenta constantemente. Para poder traducir de manera eficaz, hay que colocar cada frase en una situación verosímil, imaginarla en la boca de un hablante nativo de la lengua a la que se traduce. Es la única manera de poder escuchar cómo suena tal frase, de pesarla, de conseguir calcular sus connotaciones.

Así pues, si queremos de nuevo ilustrar la traducción teatral, la podríamos comparar con una balanza. Por un lado de la balanza ponemos la frase, la imagen del texto original y por la otra se buscan en el almacén de la cultura lingüística de la lengua de llegada aquellos contrapesos que sean susceptibles de volver a equilibrar la balanza.

En la traducción de teatro, el traductor debe recoger, sacar de todos los rincones de su mente, de todo el abanico de sus conocimientos enciclopédicos, de todas las experiencias humanas, tanto las que uno ha vivido en su propia piel como las que le han llegado a través de libros, periódicos, narraciones, revistas, películas etc., las frases, las palabras, la lógica que rige los diálogos, teniendo en cuenta la posición social de cada personaje, la relación que los personajes mantienen entre ellos, la época en la que transcurre la trama, el perfil ideológico y los objetivos de cada personaje, con tal de que todo lo que se dice encima del escenario fluya y suene natural.

En un texto teatral, cada signo de puntuación, cada pausa, corta o larga, constituyen una decisión consciente del autor, la cual se transforma, a su vez, en una decisión consciente del director a la hora de dirigir y del actor que encarna el personaje a la hora de actuar. Así pues, cuando una obra se traduce a otra lengua, le toca al traductor tomar una decisión consciente en un intento de trasladar exitosamente a la lengua de llegada esta primera decisión consciente que tomó el autor, para que luego el director y el actor del texto traducido puedan a su vez tomar sus propias decisiones.

Se podrían escribir muchos más ejemplos que arrojen luz sobre el proceso de la traducción teatral. Sin embargo, el formato de un artículo no es el más adecuado para exponer detalladamente todas las dimensiones del arte de la traducción teatral. Más bien necesitaríamos una tesis doctoral para hacerlo. ¡Lo que sí puedo declarar con firmeza es que la traducción de teatro es un camino lleno de obstáculos pero a la vez repleto de satisfacciones!


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