¿De qué sexo es la palabra?

Los límites

Uno se ve las paredes propias en circunstancias intensas y no siempre lo descubierto es amable o motivo de orgullo.

Soy uruguaya y vivo en Montevideo. Acabo de finalizar una gira teatral de cuarenta días por España, Alemania y Francia. Las distancias hacen su trabajo sobre uno, te ponen de frente con la intimidad. No hay escapatoria. Ella y yo, contra el muro, en medio de la multitud del grupo. En la gira somos 32 personas: actores,actrices, técnicos, productores, equipo de dirección. Ellos y yo, el destino escénico, la ruta, los teatros, los hoteles, los bares, y la palabra, siempre esperando para salir o entrar. Pero también están las rutinas abandonadas. La belleza de lo concreto, el tono abstracto del paisaje nuevo, del paisaje viejo :memoria necesaria para un piso referencial. A veces uno se agota, y todo sigue, uno quiere soledad y ha elegido un trabajo colectivo . Entonces uno se repliega sobre sus torpezas y recorta lo menos miserable para compartir. Por delante habrán ensayos, almuerzos, charlas, viajes, el tiempo compartido entre el equipo. Los límites están ahí: del otro lado de la palabra. Agazapados como rehenes, y uno solo quiere volverse sobre los pasos, incendiar el texto. No hay después. Sólo cuerpos descansando, tomando café, en el recreo del ensayo, después de la función o en la cena.

Ellos actores, ellas actrices:esperan. ¿Tendré que decirles la verdad?¿Se puede decir la verdad sin morir con ella?¿Para qué el teatro y sus mentiras?¿Para olvidarse o para conocer? Para decir en la cara¿de quién?¿Del cura del pueblo, de la maestra, de los estudiantes, del profesor, del médico?¿De quiénes serán esas verdades que se dicen en el teatro?Adormezco la palabra y la guardo para lo imprescindible. Se convierte en un ejercicio fascinante para mí y odioso para los que me rodean. No me interesan las explicaciones. Me enciendo y apago como una máquina: ahora sí, ahora no. Las palabras guardadas en los límites del habla y del silencio. Son las distancias que acortan las intimidades y las miserias. De esos límites pequeños y terribles es que uno rescata la condición, el comportamiento, el estallido, el amor y la tragedia.

Por ese costado uno se va , desintegra el yo e ingresa al cuerpo ajeno.

¿Cuál es el cuerpo ajeno?¿Hasta dónde la ficción y lo real?¿Quién decide el orden?

¿Quién abandona la persona y el personaje?¿Quién va primero?

Un personaje espera al actor para ser descubierto. Pide. Depende de la solidaridad para tener identidad prestada. Alquila por rato un poco de carne. El riesgo decide. La valentía y las honestidades desperdigadas son juntadas por aquel que espera en la frontera de las realidades y la ficción. ¿Quiés es ?No importa. ¿Espera un discurso o una historia de amor?Espera. Ha dormido muy poco. Ha esperado de pie, sin piedad. No espera ser objeto, sino ser sujeto alquilado. Espera y reivindica la espera como territorio de salvación. Espera que alguien le cambie los límites.


Mostrar más

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Mira también
Cerrar
Botón volver arriba