El Hurgón

Impacto y Cultura

Desde cuando la actividad cultural fue obligada a asumir esquemas de corte económico, debió someterse a un cambio radical de lenguaje, para poder cumplir su nuevo rol de convertirse en una actividad sugestiva, y desde entonces se halla conminada a utilizar expresiones significativas de actos caracterizados por la fuerza, como la palabra impacto, por ejemplo, y no le ha quedado a la cultura otra alternativa que catalogar sus logros a través de lo cuantitativo, que es como se identifica cualquier logro hoy en día.

¿A cuántas personas esperas llegar con tu obra?, ¿cuántas personas esperas contar en tu espectáculo?, ¿cuántas personas se han inscrito a tu actividad?, son, por lo general, preguntas recurrentes en los formatos que los organismos culturales del estado diseñan para ser rellenados por quienes presentan propuestas, y como la idea es fortalecer el concepto de cantidad, van apareciendo cifras cuyo objetivo es impactar con ellas a quienes evalúan los proyectos con la misión de encontrar los términos impactantes dentro de los mismos.

El concepto de cantidad en el proceso cultural ha cobrado tanta importancia que los organismos de cultura del estado parecen cada vez más inclinados a apoyar actividades que les permita hacer estadísticas con amplio valor numérico, para mostrar en sus informes de gestión, y por eso la preocupación de quien escribe un proyecto en sintonía con el impacto, lo lleva a desamparar elementos fundamentales durante la elaboración del mismo, y es ésta una de las razones por las cuales la actividad cultural está cada vez más ligada al concepto de masificación, que conduce por lógica al de entretenimiento, y con lo cual conceptos como el de formación han estado desapareciendo poco a poco de sus objetivos.

El número de personas asistentes a un evento es un dato cuya importancia es superior a cualquiera otra consideración al momento de evaluar un proyecto, porque la cultura también está sometida a una doctrina económica.

Quienes tienen la tarea de evaluar proyectos podrán entrar en este momento a controvertir esta afirmación, pero si nos asomamos a los informes finales presentados por las organizaciones de gestión cultural descubrimos que en éstos se ratifican las exigencias de valorar el impacto de lo hecho a través del número, porque en estos informes prevalecen las preguntas relacionadas con lo cuantitativo.

Para que tenga mérito, y pueda ser considerado como un elemento de valor en un proyecto, el impacto debe ser suficientemente ruidoso como para dejar aturdidos a quienes se convierten en su objetivo, pero además debe cumplir el propósito de dispersar la atención general, para evitar que las actividades que se presentan bajo el formato de culturales, entren en la mira de los analistas, cuya pretensión sea observar consecuencias más allá del impacto numérico.

El impacto en la cultura ha llevado a gestores culturales a inventar cifras para llenar espacios cuyo objetivo no comprenden. El impacto en la cultura ha hecho que esta actividad solo sea viable en los grandes conglomerados, con lo cual para llegar a ella el espectador requiere de unos desplazamientos que incrementan sus costos. El impacto en la cultura está dando relieve a la audacia en detrimento de la imaginación, la creatividad, la constancia, la improvisación consciente y la laboriosidad. El impacto en la cultura ha fomentado la competencia con sentido comercial, generando desprecio por la competencia que tradicionalmente ha existido en el proceso cultural y que conduce a la búsqueda de la calidad artística.

El impacto, es un golpe bajo a la cultura.


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