Y no es coña

El aguafiestas

Mantenerse con un ápice de sentido crítico ante lo que acontece puede llevarte a la marginalidad como se te ocurra elevar esas reflexiones al patio de vecindad. Existe un lugar donde casi todos nos ponemos muy tronantes y estupendos: Facebook. Pero si todos cuantos opinan de una manera rotunda en un «me gusta» o en un comentario ocurrente, o reproduciendo un cartel, ejercieran esa actitud crítica en la calle, en su lugar de trabajo, allá donde pueda transmitirse no viralmente, sino racionalmente, otro gallo nos cantara. Porque no se soluciona nada diciendo que todo está muy mal, como tampoco diciendo que todo está muy bien. Pero todavía a quienes señalan que el rey está desnudo se les llama aguafiestas.

Ahora que se están celebrando los dos años de aquel espejismo que se llamó 15-M, al que tantos se abrazaron como borrachos a una farola, que despertó tantas expectativas y que nos llevó a la situación actual, es decir, que no impidió que estemos como estemos, sino que algunos piensan que algo contribuyó aquella forma de estar para llegar a esta deteriorada situación política, sería recomendable hacer una suerte de ejercicios espirituales culturales y muy especialmente de las artes escénicas.

Se escriben estas líneas pocas horas antes de la gala de los Premios MAX. Es decir hoy, en muchas secciones de los medios de comunicación se hablará de Teatro y Danza, se transmitirá la euforia de los galardonados, escucharemos frases bonitas, panegíricos, agradecimientos y hasta reivindicaciones. Un día al año de fiesta, de presencia, lo que todos sabemos que es insuficiente. Nadie quiere ser el aguafiestas, todos acatamos como los monos de Gibraltar el sistema de participación, de selección, de voto en estos premios. Aplazaremos para el año que viene las reformas. Es una tradición.

Asistir a las salas de teatro, viajar, conocer los nuevos montajes, ver las programaciones de los centros institucionales, palpar el pulso de los profesionales, los estudiantes, no lleva en estos momentos a transmitir mucha alegría. Ciertamente se va a una cierta bipolaridad: los que han decidido hacer el teatro que creen necesario, en las formas actuales, en los espacios existentes o que se inventen en busca de sus públicos nuevos, y quienes siguen anclados en el conservadurismo de textos, directores, formas, atendiendo a los públicos que consideran de siempre, los más tradicionales. En todos los casos los públicos escasean. Hay bajado de asistentes, no se puede ocultar esta realidad. Y el IVA al 21 por ciento sigue vigente, y cuando lo quiten o lo rebajen ya se habrá producido parte del desastre, se habrán apartado a públicos incipientes de las salas.

Por lo tanto hay que disfrutar de lo que tenemos, de los pocos motivos que nos quedan para la fiesta, pero tampoco hay que dejarse caer en el estado de alienación costumbrista y desmovilizadora. Aplausos a los ganadores, abrazos a los perdedores, justicia para todos, y un poco más de actitud solidaria y de reforzamiento de los principios. No se es mejor, ni se hace más grande la fiesta por ser un estómago agradecido que asiente, consiente y calla. Desde luego molesta menos, aunque aporte poco o nada. Mañana será otro día.


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