La rana de Müller
¿Dónde está aquí la esperanza? Me pregunté la enésima vez que leí el texto de Müller Paisaje con Argonautas. Cuando esta pregunta tomó forma en mi mente, hacía tiempo que había dejado atrás la fase de rechazo al texto. Un texto, ininteligible, por cierto. Al menos a primera, segunda y tercera vista. A esto hay que añadirle que el idioma original es el alemán. Si traducir en sí ya es una quimera, trasladar a Müller a otro idioma y, más si es una lengua románica, es una tarea hercúlea. Müller entrelaza palabras para crear pozos negros sin fondo: al principio no entiendes nada y a medida que te adentras en sus paisajes de horror, todo va cobrando sentido con una nitidez pasmosa y hasta te descubres tierna ante unos niños que dibujan paisajes con basura.
¿Por qué tanto horror? Me preguntaba continuamente. Tenía que haber una razón para que Müller presentara unos cuadros escritos con tanta crudeza, unos paisajes del alma humana absolutamente arrasados por la maldad. ¿Tanto te importa lo que pensara el autor?, me preguntaba hace poco una actriz de raza. Si, tanto me importa. Necesito saber por qué. Y he aquí, que hace poco, me llegó la respuesta de labios del propio Müller. No, no es que me hablara en sueños, no… encontré la respuesta en una entrevista que el autor concedió en 1995, un mes antes de fallecer.
Cuenta Müller: Si lanzas una rana a un caldero de agua caliente, la rana intentará salir de allí lo más rápido posible. Pero si, en cambio, metes a la rana en agua tibia y vas aumentando poco a poco la temperatura, la rana se va cocinando feliz hasta que muere, deja que la cocinen con una enorme sensación de bienestar y no lo nota. No se da cuenta. Esta es una metáfora de nuestras sociedades y, por supuesto, también del teatro, como modelo en miniatura de nuestra sociedad. La rana cocinada.
Los espectadores del teatro de Müller somos ranitas a las que escaldan en agua hirviendo para que reaccionemos de inmediato y saltemos del caldero. Para que no nos abotarguemos, mientas la vida nos cocina con el fuego lento de la indiferencia. Para no acabar flotando, deshechos, en el magma de la falta de cosnciencia y la inacción. Ante tantos grados de temperatura, es decir, ante la inmensidad del horror irradiado por los textos de Müller, sólo te puedes rebelar. Como actriz, como espectador, como humano, como rana.