Un oasis cultural en medio de un colapso social
¿Cuál es el denominador común entre la voz de María Callas y las composiciones de Camille Saint – Saëns; entre el violonchelo de Mstislav Rostropóvich y el violín de Leónidas Kavakos; entre las óperas interpretadas por Luciano Pavarotti y las composiciones de Mikis Theodorakis; entre el mítico compositor Dimitri Mitrópulos y la Ópera de Pekín, las coreografías de Pina Bausch y las representaciones de Rudolf Nureyev; entre los grandes directores de teatro griegos Rodiris y Károlos Koun y los montajes de Peter Hall y de Ariane Mnouchkine? La respuesta es, entre otras cosas, su presencia y participación alguna y otra vez en el Festival de Atenas.
Si quisiéramos buscar equivalentes del Festival de Atenas con festivales en el ámbito teatral español, se nos ocurrirían sin ninguna duda dos nombres, salvando por supuesto las distancias: el Festival Grec de Barcelona y La temporada alta de Girona. Y es que se trata del único festival multidisciplinario griego de índole internacional.
Sus primeros pasos remontan al lejano 1955, aunque de calcular también el primer montaje en el teatro del Epidauro después de la Antigüedad, nos tenemos que ir más lejos todavía, al 1938. El entonces ministro de la Presidencia Ralis en el gobierno de derechas de Papagu – que entre otras cosas, se ocupaba también de la cultura – decidió organizar una fiesta de las artes de lo sublime. A este fin, invitó a Dinos Yianópulos, el famoso director de teatro griego que estaba viviendo y trabajando en Nueva York para que organizara un festival con total libertad a la hora de hacer la programación. Se decidió que los componentes del festival fueran la música y el teatro y su sede el Odeón de Herodes Ático, construido en el año 161 gracias a la gran fortuna del cónsul romano Herodes Ático que lo hizo construir en memoria de su mujer, Aspasia Annia Regilla, muerta el año anterior.
Desde entonces, el festival de Atenas, que este año cumplirá sus 59 años de vida, ha pasado por muchas etapas y en él se reflejan, en cierta medida, las etapas históricas por las que ha atravesado el país durante el mismo período. Así pues, el esfuerzo de abrirse al mundo de los primeros años del festival, fue eclipsado por la introversión y el extremo provincialismo del septenio de la dictadura de los coroneles (1967-1974) y éstos por la vuelta a la esperanza de los primeros años de la Transición a la democracia y el estancamiento de los años 90.
La situación empezó a cambiar otra vez a partir de los años 2000, y sobre todo, a partir del 2006, cuando el actual director artístico del Festival, Yiorgos Lucos, tomó las riendas de la institución, con la determinación y la firmeza no sólo de abrirla a la ciudad, extendiendo la red de salas en las que se celebraran las funciones sino de implicar a más gente en el proyecto, declarando su intención de combinar el modernismo y la apertura a lo nuevo que se está produciendo en el extranjero, con el fomento y la promoción de las nuevas tendencias prometedoras nacionales. Y es que la red de salas involucradas en el Festival que se ha extendido de par en par de la ciudad, la presencia de nuevos públicos, la alta participación de los jóvenes en las propuestas del Festival y la osadía de programar cosas más experimentales atrayendo un número creciente de amantes de las artes, apuntan a que esta apuesta se está ganando.
Esta temporada, y a pesar del cuarto año de una recesión económica que ahoga, entre otros sectores, también a la cultura, y de los recortes presupuestarios que ya constituyen la norma en cualquier ámbito de la economía, en el programa del festival que fue anunciado con mucho retraso por el Director Artístico y el Secretario de Estado de la Cultura, hay propuestas teatrales muy interesantes, entre las cuales destacan: el montaje de las 24 rapsodias de la Ilíada de Homero, dirigidas por el director griego Stacis Livacinós, con las que se levantará el telón del Festival – teatralmente hablando – el martes 4 de junio; el homenaje al recién fallecido director de escena y actor griego de prestigio internacional Lefteris Voyatsís, en el marco del cual se presentará El Invernadero de Harold Pinter, un proyecto sobre el que trabajaba el director con su compañía en sus últimos días y en el que él había antaño protagonizado; el montaje de la Schaubühne Un enemigo del pueblo de Henrik Ibsen dirigido por Thomas Ostermaier; el montaje del Rinoceronte de Ionesco por el director francés y director del «Théâtre de la ville» de París Emmanuel Demarcy-Mota; la adaptación de The old woman de Daniíl Jarms por el director estadounidense Robert Wilson, junto con la leyenda de la danza Mikhail Barishnikov y el actor estadounidense William Dafoe etc.
Si a estas propuestas añadimos también las diferentes versiones de los trágicos o de Aristófanes que se presentarán, como cada año, en «el teatro más hermoso del mundo», el Teatro del Epidauro, ¡para los amantes del teatro que se encontrarán en Grecia este verano, el espectáculo está servido!