Galicia calidade
El año pasado, 2012, fue prodigioso en cuanto a los reconocimientos conseguidos por dramaturgos y dramaturgas de Galicia, ya sea en el ámbito de la literatura dramática ya en el del teatro, desde perspectivas innovadoras.
Nadie es profeta en su propia tierra y, quizás por no faltar al refrán, en Galicia no ha tenido ninguna repercusión que RAÚL DANS ganase el prestigioso Premi Born de Teatro 2012 por su obra UNA CORRIENTE SALVAJE. Tampoco ha cambiado nada que MARCOS ABALDE alcanzase el Premio Marqués de Bradomín 2012 con su obra XUDITE, siendo la primera vez, desde que se instituyó este galardón en los años 80, que recae en una obra dramática en lengua gallega. Tampoco ha tenido efectos constatables en el panorama de las artes escénicas o de la cultura gallega que FERNANDO EPELDE ganase, también en el 2012, el Premio SGAE de teatro con su obra ESTADO DE GRACIA.
Sobre estos escribí un artículo en la revista ARTEZ nº 187 (Enero 2013), titulado «El mejor marisco teatral está en la dramaturgia gallega», en el cual ensalzaba las bondades y delicias de los productos autóctonos en materia de dramaturgia, haciendo un repaso sucinto al estado de la cuestión. Sobre este mismo tema volví a insistir en el artículo «Día das Letras Galegas», publicado en esta misma sección de opinión de ARTEZBLAI, para observar el más que merecido homenaje a ROBERTO VIDAL BOLAÑO que se le tributa en Galicia durante este año 2013, pero comprobando, así mismo, ese ninguneo a las/os artistas vivas/os y esa tendencia necrófila, según la cual para triunfar en Galicia hay que estar muerto o moribundo. Todos los afanes, reconocimientos y homenajes para los muertos porque la muerte nos revaloriza. ¿La muerte: un valor en alza?
El gobierno gallego hace años que ha acuñado un eslogan y una marca para prestigiar los productos culinarios: «GALICIA CALIDADE». Un sello de denominación de origen que, si bien nos aporta riqueza en lo que se refiere a turismo y hostelería, también nos condena a no ser más que eso: un lugar donde venir a comer bueno, bonito y barato. Parece que no haya más valores de los que sentirnos razonablemente orgullosas/os. Parece que la rica producción cultural, en materia literaria o en el campo de las artes plásticas, escénicas y musicales, no exista o no sea digna de ejercer un reclamo internacional.
PROPUESTAS ESCÉNICAS PREMIOS INJUVE
El pasado año 2012 fue un año dorado para las artes escénicas, no sólo por los tres importantes reconocimientos estatales a la dramaturgia gallega de Raúl Dans, Marcos Abalde y Fernando Epelde, sino también porque el INJUVE premió en su modalidad de Propuestas Escénicas a tres creadoras jóvenes gallegas: ÁNXELA BLANCO con su obra FUME, ALBA FERNÁNDEZ con VACÍO y ANDREA QUINTANA con GARABATO.
Gracias a la programación del TEATRO ENSALLE de Vigo pudimos conocer esas tres Propuestas Escénicas, caracterizadas por una innovación y una investigación interdisciplinar en la dramaturgia y el lenguaje escénico, sin que ello fuese en detrimento de un acabado brillante y de alta densidad poética.
Tres estilos bien diferentes que, en general, pivotan sobre la elocuencia del movimiento corporal, desde la convención de la «performance» hasta el género de la danza-teatro, y que desterran la hegemonía de la palabra.
FUME de ÁNXELA BLANCO
Es un poema visual animado, compuesto por el montaje cinematográfico del movimiento corporal de la actriz-bailarina. A la imagen real de Ánxela en movimiento se superponen, en dos pantallas, las imágenes en blanco y negro, que el videojockey va generando y lanzando.
La instalación en la que se convierte el escenario incita a la contemplación de un paisaje que nos lleva a clímax casi alucinógenos en la deconstrucción de las imágenes reales, ya sea por el efecto cinematográfico que se solapa a la danza de Ánxela, ya sea por el propio movimiento del cuerpo cuando impacta contra la pantalla elástica, para mostrársenos en una danza de órganos: ahora un brazo, ahora media cara, ahora una pierna, ahora la cadera, ahora unas manos que huyen…
El sonido, las imágenes virtuales en blanco y negro, las sombras, el cuerpo moviéndose tras las pantallas, producen esfumaturas que crean un aumento de las capas de la imagen, generando unos contornos imprecisos y fantasmales y una sensación de lejanía.
La soledad de Ánxela, envuelta en el desdoblamiento espectral de su propia imagen multiplicada en las pantallas, es semejante a la soledad de esos edificios aislados en medio de descampados, o de las torres metálicas que soportan cables y que también se proyectan en las pantallas. Ese contraste rítmico entre la inmensidad árida y la construcción única que viene a ser la persoa.
VACÍO de ALBA FERNÁNDEZ
Una chica dentro de una burbuja. Una reflexión posdramática sobre las relaciones humanas y sobre el vacío que, por presencia, ausencia o latencia, generan. Una reflexión en la cual las palabras de 4,48 PSICOSIS de Sarah Kane inflaman ese hueco que necesita llenarse, ese deseo de la outra, del otro, esa pugna que nos impulsa y hace girar.
Alba Fernández consigue moverse y hablar(se), hablarnos, desde una aparente facilidad, desde una fluída sencillez que nos vuelve próxima la acción verbal, pese a su sentido escabroso.
El tema que aborda es espinoso, pero la belleza plástica de su propuesta escénica lo sublima de tal manera que lo transforma en una experiencia estética capaz de llenar cualquier vacío.
GARABATO de ANDREA QUINTANA
Un garabato aúna plástica y movimiento. En un garabato el impulso creativo está patente, el proceso es el resultado. En un garabato el azar forma parte consubstancial, es improvisación en forma. Un garabato se adapta siempre al espacio y se vuelve irrepetible y único. En el trazo del garabato hay una expresión automática, como si el dibujo fuese un acto reflejo.
Todo esto y más aparece en la obra GARABATO de ANDREA QUINTANA.
Hay una cierta objetualización plástica del propio cuerpo en movimiento, una tendencia al muñeco. En este sentido, la indumentaria la enfunda en una textura semejante a la de las canicas que escupe y que ruedan por el suelo, o a la de los globos de colores que le brotan de los bolsillos. Un universo de juguete, un muñeco articulado, una escultura.
Con la música y con la luz va estructurando su obra y llegando a los clímax, todos ellos a partir de la acumulación de acciones coreográficas, lúmínicas, sonoras y objetuales, para alcanzar efectos sorpresa: la expulsión de las canicas por la boca; el globo rojo que arranca de debajo de la chaqueta, sacándolo del pecho, para apretarlo hasta que revienta y deja caer ceniza; el garabato de tiza contra la pared negra del fondo, que surge como una prolongación del movimiento del cuerpo para erigirse en una especie de «Guernika»; el oscuro final y la luz que vuelve sobre el escenario para convertirlo en un espacio de instalación plástica en la que la indumentaria de Andrea permanece vacía, como un globo desinflado, para dejar el rastro de la actriz, igual que el garabato de la pared es rastro del ímpetu que lo creó.