Cuando la vida Eterna se Acabe
En 1978 La Zaranda comenzó su aportación creativa a la escena española e internacional. Aportación basada en un lenguaje propio, absolutamente personal, que invita al espectador a una reflexión de ida y vuelta. Lejos de estereotipos, el teatro de La Zaranda desecha lo superfluo y lo inservible y defiende lo esencial creando una poética teatral que nace de la profundidad de las raíces de la Andalucía rural. Poética a la que dotan de un sentido universal y trascendente.
En «Mariameneo, Mariameneo» (1985) presentan una anciana loca que espera y espera, no se sabe hasta cuando. Simboliza el paso del tiempo, el recuerdo del amor que la ausencia le ha quitado.
En «Vinagre de Jerez» (1989), la tristeza de una taberna muerta, cerrada, closed. Quizás mirando por el ojo de la cerradura pudieran cruzar al estadio de la memoria colectiva, a la memoria del pueblo, a la memoria fraguada con el inevitable vino, elemento de relación y de decrepitud.
«Perdonen la tristeza» (1992) es un inventario del teatro y de su época. Retratos de difuntos de los que acabaremos formando parte. Retrato de una época inmersa en la corriente de la indolencia y la indiferencia.
En «Cuando la vida Eterna se Acabe» (1997) se percibe la eterna brevedad del tiempo. Aparecen los diques que La Zaranda ha puesto al tiempo para que no se escape. Y parece que lo han conseguido porque 35 años después acaban de estrenar «El Régimen del pienso» (2012). Con una trama tan sencilla como una epidemia en las pocilgas. Los trabajadores de la industria porcina se ven afectados. Con la bajada de ventas, comienzan los despidos de personal. Muchos dicen que quizás sea el mejor trabajo de La Zaranda. No voy a entrar en eso, quizás es el mejor porque es el último. Donde si entro es en decir, que La Zaranda está más viva que nunca. Cuando más se necesita un teatro de denuncia, un teatro político, un teatro comprometido es cuando mejor se desenvuelve la compañía. Los personajes límite que presenta la compañía, desgraciadamente nos hacen dudar entre el drama y la vida. La utilización de los objetos inservibles se convierte en una metáfora de los tiempos en los que vivimos donde los objetos son inservibles, los hombres son tratados como cerdos, donde la empresa y el sistema está por encima de las personas. ¿Por qué no Pienso?, ¿por qué quieren comprarnos con pienso, adoctrinarnos? o ¿con un no Pienso?. «El Régimen del pienso», autopsia de una sociedad muerta, de un sistema democrático de despachos laberínticos. Metáfora kafkiana de un juego que ya ha terminado, de unos personajes que ya se han quitado la careta. Matarifes elegidos por un sistema inhumano donde los hombres son igual que los cerdos, dónde se equipara el pienso al Pienso. Se confunde el enemigo, se lucha por el pienso, con el único horizonte de un horario rutinario y vacío, sin saber que una muerte indolora es lo único que espera en el horizonte.
La Zaranda no hace concesiones en su teatro, huye de un teatro falso, muerto. Huye de las vanguardias políticamente correctas. La Zaranda se aburre de la autocomplacencia y grita con su teatro y dice en su teatro con sutileza pero con rotundidad que «para salir de las pocilgas, lo único que nos queda es la trascendencia».
3 de julio de 2013