¿De qué sexo es la palabra?

Decidir

Uno se mira al espejo, se toca, es tocado y reconoce su cuerpo. Lo mira, alimenta, cuida, limpia, mima, le da descanso, lo embellece. Lo reconoce: es mi cuerpo. Tomo las decisiones. Uno, ese uno del interior agazapado y ese uno del exterior visible, que hace que el otro nos identifique, ame o rechace. Es el cuerpo propio, uno se queda tranquilo y puede seguir con la vida, hacer cosas, las rutinarias, que nos obligan a destinar la mayor parte de nuestra existencia. Enredados en pequeñas tareas insignificantes.

Y uno vuelve sobre las decisiones, (tema que me tiene obsesionada) en tiempos donde se habla cada vez más de las libertades individuales, respaldadas por sus derechos.La libertad de decidir, elegir, tomar las decisiones. ¿Cuántas decisiones se toman por día?

No importa el tamaño de la decisión, un cambio de rutina por más leve que sea puede generar movimientos impensables. ¿Es bueno tomar decisiones todo el tiempo? Después están las decisiones que implican riesgo, esas son las que nos enfrentan y nos permiten crecer, y están las decisiones que la biología toma por nosotros.

La biología decide sobre nosotros. Nos decide el impulso erótico, la pulsión creadora, nos manipula. Uno dice: yo elijo mi vocación. No, estamos determinados por nuestra vocación, tomados, arrasados, no hay escapatoria, uno no puede elegir. Uno es acorralado por la necesidad de crear, ese deseo agotador, imparable. No hay crisis, divorcio, economía que detenga el impulso creador. ¿Uno decide sobre su vocacion entonces?

¿De quién es el cuerpo propio? Lo miro a veces y lo reconozco, y a veces no. Trato de trampear la velocidad y me miro al descuido, otras que hay por ahí y me visitan. En esos momentos de imagen robada a la espejo, pienso si es posible darle continuidad y estabilidad a la imagen encontrada, antes que la miseria rutinaria nos devore. Pero, uno vuelve sobre lo sabido, y es conducido por la pulsión. ¿Habrá posibilidad de eliminar la vocación, la pasión que produce y nos esclaviza?

Si quiero tomar esa decisión, ¿sería posible? No hablor de renunciar o reprimir el deseo punzante, sino de elegir honesta y profundamente.

Como si mañana en el desayuno decida: se terminó, basta con crear , esa cosa de escribir cosas que no existen, personajes con situaciones que no existen. Elijo no hacer más eso, al margen de lo que vengo deseando. ¿Puedo dar vuelta la pulsión?

¿Y qué sería entonces la vocación?

Elegir. Decidir.

Cuando enfrento los demonios personales y los ajenos, la puerta se abre más rápido. Cuando me doy contra las cuerdas es cuando se afirma la identidad. No hay otra. Soy yo. Tomar decisiones, es una gimnasia maravillosa que debería darse como materia en las escuelas. No sufrir la parálisis. Decidir y equivocarse. De eso se trata.


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