Es verano
Es verano. Calor, playa, actividades al aire libre, deportes acuáticos, largas noches sin dormir, fiestas populares… Cantidad de actividades que desequilibran los presupuestos familiares que nos llevan a territorios que inducen al gasto y al exceso casi sin querer. Suben los precios, se mantienen los ingresos en el mejor de los casos y el verano ofrece muchas alternativas y posibilidades. Siguen proliferando eventos especiales, muchos de ellos en baja intensidad, entre los que se encuentran festivales de teatro, de artes de la calle, de circo…
Hay ciudades como Bilbao, Santander, San Sebastián o Gijón dónde además el verano y el teatro están íntimamente ligados. El teatro ocupa un lugar en el ocio estival de estas ciudades con el humor como compañero inseparable de viaje. Temporada tras temporada, el público va llenando los teatros.
Esta realidad, se convierte en oportunidad para el programador porque permite diversificar la oferta y dotarla de cierta profundidad. Es verdad que cada espectáculo debe tener algún atractivo, algo que sea atrayente para el público pero no es cierto que únicamente sean las «caras». A veces es el tema, otras la marca de la compañía u otras el título en cuestión. Muchas veces se critica que el público es talludito y sin ser incierto, no está lejos de la realidad decir que también mucha gente joven se acerca por primera vez a un teatro. Oportunidad para que un espectador coyuntural se convierta poco a poco en un aficionado al teatro.
La oferta tiene que ser diversa y rica en propuestas y contenidos: comedias, musicales, teatro gestual, espectáculos multidisciplinares, propuestas contemporáneas… entre las que puede haber un lugar para textos dramáticos con enjundia y profundidad incluso para espectáculos más trágicos. La propia programación genera unas sinergias que ayudan a que cada propuesta tenga su oportunidad. Muchas veces nos llevamos sorpresas y lo difícil se convierte en fácil. Terminada la temporada los réditos económicos ayudan a cubrir los déficits de programaciones invernales más comprometidas y ayudan a los teatros a mantener una libertad económica basada en la generación de recursos propios y más independiente de unos presupuestos municipales cada vez más exiguos.
Es verano pero con tormentas. La subida del IVA en cultura del 8 al 21% es la amenaza más seria al mantenimiento y supervivencia de estas actividades. Esta subida hace más daño al teatro y a la cultura que la crisis.