¡Caña!
Vivimos aturdidos bajo la sombra de una ‘crisis’ global que se muestra con un disfraz diferente en cada rincón del planeta. Esta ‘crisis’ es una metástasis, no nos engañemos. Por mucho que florezcan las lejanas economías, dicho crecimiento no se corresponde con un aumento de la democracia o el respeto por los derechos humanos – fijémonos en la sociedad brasileña, en como estas últimas semanas la desigualdad ha llevado a cientos de miles de personas a salir la calle a manifestarse-.
¿Qué esperamos de las artes de calle del siglo XXI? Hace unas semanas, en Inglaterra, pude comprobar cómo la fiesta, la animación y el discurso escénico escapista dominan la escena callejera. Los recortes están siendo devastadores pero la crítica social o la denuncia no están llegando al espacio público anglosajón. Sin ir más lejos, las producciones que la prestigiosa red Without Walls Consortium ha preparado para este 2013 distan mucho de estar relacionadas con el momento que vivimos. Eso sí, parecen ser una herramienta cada día más reivindicada como aglutinante social, amasadora de relaciones entre las muchas ciudadanías que pueblan el Reino Unido. Las instituciones británicas han tomado nota de las muchas posibilidades de esta disciplina y cada proyecto incluye un apartado dedicado al trabajo con jóvenes, discapacitados, inmigrantes o simplemente vecinos.
Este fin de semana, en Francia, he podido notar como la ‘crisis’ -que se está precipitando sobre el paisaje cultural galo como una llovizna templada, aunque igual de traidora y resbaladiza que las crudas heladas al sur de los pirineos- tampoco ha llegado a los temas que tratan las últimas producciones callejeras. Al menos de manera importante. La programación de uno de los festivales con más proyección del mediodía francés, Cratère Surfaces, ha sido un ejemplo de ello. Precisamente allí, en Alès, pude escuchar durante una cena una conversación entre programadores y compañías holandesas como se preguntaban extrañados por dicha situación: ¿No era aquella la tierra de la libertad, la igualdad y la fraternidad?
La respuesta a los duros recortes en Holanda, por otra parte, ha tenido una repercusión más relevante en el ámbito de la cultura. Las nuevas generaciones de creadores neerlandeses están dando mucha caña. Para muestra el trabajo que presentó también en Alès la jovencísima y prometedora Emke Idema, ‘Stranger’, un proyecto en el que el público participa de un juego escénico, divertido aunque muy ácido, en el que se nos plantea hasta qué punto prejuzgamos a un individuo a quien no conocemos según la imagen que proyecta.
En nuestro contexto también están floreciendo voces rebeldes e interesantes. Mientras otras disciplinas están todavía en estado de shock, los profesionales de las artes de calle de la península están trabajando mucho y bien. Estaremos atentos y juzgáramos al final de la temporada, ya que todavía no hemos cruzado el ecuador y queda mucho por ver.
La cultura tiene tantas apariencias como la ‘crisis’ en la que estamos instalados, y cada una representa un arma diferente para plantarle cara. La cultura puede ser sedante o excitante, abrasar o ser regenerativa. La búsqueda de belleza es inevitable, la fiesta supone un bálsamo necesario, pero para ganar la guerra será indispensable que el arte sea más responsable que nunca, solidario, comprometido y muy crítico. Tenemos que estar atentos a la realidad que vivimos, sentirla y analizarla con agilidad, y así poder entenderla muchos y no sólo los pocos que la llevan gestionando últimamente. Tenemos que retomar las riendas de nuestro futuro.
¿Que qué le pido a las artes de calle del siglo XXI? ¡Caña!