Zona de mutación

Estrategias oblicuas

Es bastante común escuchar a personas hacer gala de su capacidad, aptitud o hasta alarde de ‘ir de frente’ para decir las cosas que hay que decir en la cara de quien se ponga. Esta ética de la frontalidad no se corresponde necesariamente con las búsquedas y caminos recomendables en la dramaturgia contemporánea, en donde sino prosperan las retóricas amplias del rodeo y el circunloquio, dominan las poéticas negativas y hasta la elusividad más camaleónica que se pueda imaginar.

El filósofo francés, Francois Jullien, experto sinólogo, destaca como desde las estrategias militares antiguas en China, se imponía el criterio de una oblicuidad como más eficaz que la brutal compulsa frente a frente, donde por otro lado, los ejércitos se anulaban uno a otro en una verdadera exterminación.

Los medios y procedimientos, semejan las astucias para escabullir a las inmediateces y conjuras de la ‘teoría del reflejo’, en definitiva, a las manipulaciones del realismo crudo que lleva a los artistas a darse de narices con la cáscara más dura de las cosas y quedar detenidos en su impenetrabilidad.

Las estrategias oblicuas no son sino la vía indirecta, capaz de desnudar las brechas por donde los ácidos de la visión penetrante pueden vérselas con los flujos menos evidentes de los casos y las cosas de la vida. El rodeo supone mapas y pertrechos: distancias, alusiones, sugerencias, circunloquios, perífrasis, analogías, sinonimias. Multiplicidades, estaciones, pliegues, ironías y doble sentidos, metamorfias y anamorfosis.

La fábula se conmueve ante la contaminación virósica de las maneras de contar. Cualquier formalización posible está cargada de polizontes. Para ser artista hay que trabajar de tal, lejos de las sabihondeces y facilidades de la teoría y el paradigma pragmático de la comunicación. Los consensos y protocolos para una elaboración, se construyen. Se trazan pistas para los secretos, que los espoilers del mimetismo delatan en los micrófonos de los cenáculos que defienden a muerte las banderas de las historias bien contadas.

La modernidad ha granulado el Todo. Ha afectado las seguridades logocéntricas y ha impregnado de sentido la materia del propio medio, sin obligarlo a ser soporte de lo que ha de significar en segunda instancia. Esto connota un psiquismo que no se desentiende del conocimiento, pero que no lo sustrae a los avatares y riesgos de un pensamiento que no recorre las avenidas que se le prediseñan.

Lo insospechado como puente que subtiende materias o sueños diferentes. Unión subtensa de lo que a priori no se puede unir. Refulgencia de sentidos que no se reconocen como discurso explícito, sino implícito.

Es que el ariete que avanza al sesgo es capaz de sorprender los mudos nudos que enlazan las falsas totalidades.


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