Negro & negro

Garaje Lumière

La pasada semana di un paseo por el Festival de Teatro Clásico de Almagro. La verdad es que tenía mucha curiosidad de ver la última dirección de escena que había firmado Miguel Narros antes de su fallecimiento, La dama duende de Calderón. Un hito histórico y más aún en la Plaza de Santo Domingo en Almagro, plaza que en breve va a pasar a denominarse Plaza de Miguel Narros. En estas andaba por estos mundos teatrales y parateatrales cuando el director de esta revista, Carlos Gil, me cuenta como el Ayuntamiento de Madrid está propiciando que se cierre una sala de teatro de manera kafkiana. Sala a la que le exigen unos requisitos ahora, que antes no existían. Exigen la subsanación pero no aseguran que después se pueda continuar con la actividad. ¿Me lo explican?. ¡Veamos! Si ya es costoso y valiente abrir una salita de teatro, pequeña y humilde; si ya dinamizarla y mantenerla es una heroicidad…pues imaginemos invertir un montón de dinero para subsanar la última novedad municipal y además que no te aseguren, una vez subsanada, que continuará la actividad.

Desde otro punto de vista. ¿El Ayuntamiento de Madrid promueve el empleo juvenil?. Poco. ¿En teatro?. Nada. Tienen una iniciativa y se les cuelan unos teatreros. ¡Vaya! Los jóvenes apuestan por el teatro y se la juegan. Abren una sala de teatro. El Ayuntamiento cambia la normativa y les exigen subsanar ciertas deficiencias pero no aseguran nada. ¿Qué pasa? ¿La quieren cerrar sí o sí? ¿La quieren cerrar disimulando como si no tuvieran más remedio? ¿Por imperativo legal?. En realidad, no tienen disculpas para cerrarla pero parece que les molesta. Los vecinos no protestan, los jóvenes dirigen la sala con rigor, con seriedad. Proponen espectáculos de calidad, ceden el escenario a nuevas promesas, apuestan por el futuro. Comienzan las funciones puntualmente. Realizan otras actividades de difusión y formación. Es un espacio abierto a los artistas. Pagan el alquiler todos los meses. Pero…parece que tienen que cerrar…En la sala entran 80 personas. No crean que entran 8.000 como en fiestas que, por desgracia, conocen de cerca en Madrid. ¿Están ensayando con Garaje Lumière nuevas medidas de seguridad en locales públicos?, ¿les habrá bailado alguna cifra?.

Y ahí me fui a mostrar un poco de solidaridad con la gente de Garaje Lumière. Me encontré con José Pedro Carrión que estaba también poniendo su granito de arena a favor de la libertad de expresión y de los nuevos creadores. Lo hacía como él sabe, trabajando. En esta ocasión presentaba un trabajo titulado Júbilo terminal en compañía de Valery Tellechea. ¡Qué lujo!. Dos titanes en escena. Una confrontación generacional en la que se plantea qué sociedad hemos construido y qué estamos dejando a los jóvenes. Entran también en el ámbito teatral para preguntarse y cuestionar qué teatro hemos producido, a dónde hemos llevado el Arte, hasta dónde hemos llevado el teatro, qué hemos hecho con él, para qué ha servido tanto esfuerzo y tanto dinero. Y sobre todo, el espectáculo plantea que no hay que quedarse quietos, que no da igual hacer que no hacer. Plantea que hay que trabajar, crear, proponer…que hay que abrirse un hueco a codazos si es necesario. Plantea que hay que quejarse, protestar y rebelarse. Que nadie lo va a solucionar por nosotros. Nadie trabaja para el Pueblo. Ya se han quitado las caretas. Cuando un teatro se cierra, un espacio para la libertad se cierra. La libertad de todos y para todos en el amplio sentido de la palabra. ¡Ya está bien!. Nos están cortando demasiados dedos y los que nos quedan están con artrosis.

En Garaje Lumière disfruté de uno de los mejores espectáculos de los últimos meses. Uno de los pocos que me ha conmocionado y emocionado. Y les prometo que he visto muchos en espacios grandes y pequeños, en festivales importantes y en multitud de citas teatrales. Pues, Júbilo terminal será uno que permanecerá en mi memoria por mucho tiempo. Lo pude disfrutar en Garaje Lumière que cierra sus puertas por los censores de la modernidad.

Se va a crear una plataforma. Hay que arrimarse. César decía que «hay que tener miedo del miedo» y el Che aquello de «mejor morir de pie que vivir de rodillas». Pues eso, adelante. No es igual unirse que no hacerlo. No es igual, seamos conscientes de esto. Protestemos aunque no les guste. ¡Ya les vale! ¡Basta ya!


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