Incendiaria en combustión

Anticipación

Estábamos inventando la cuarta escena cuando no habíamos perfilado la segunda y apareció la pregunta: ¿podemos anticiparnos y estar al mismo tiempo en el aquí y ahora?

Decía el entrenador de fútbol Helenio Herrera que la diferencia entre el fútbol europeo y el argentino estaba en la velocidad mental. «El jugador debe anticiparse a la jugada, no esperar que le llegue la pelota; saber antes de recibirla qué va a hacer con ella».

También Telmo Zarra, delantero del que habían dicho que era la mejor cabeza de Europa después de la de Churchill, hablaba de la anticipación cuando al preguntarle con qué jugaba más al fútbol –músculos, pies, cabeza, vista…- aseguraba que era un jugador al que habían marcado mucho y que había tenido muchas lesiones pero no por ir a ciegas al balón sino por todo lo contrario: siempre había tenido un gran sentido de la anticipación. Y eso fue lo que le permitió a él y a la delantera que formaba junto a Iriondo, Venancio, Gaínza y Panizo a colocar siempre el balón donde querían. Y concluye todo ello con un «nunca rematé con los ojos cerrados».

Conversando con los compañeros de la escena, que saben más de fútbol y que han jugado más al fútbol que yo –que no tengo más idea que las analogías escénicas que puedo hacer- me explican que mantener los ojos abiertos es lo primero que te enseñan cuando empiezas a rematar de cabeza. Y ahora intento recordar si cerraba o no los ojos cuando patinaba. Y yo, que no pasé de hacer dobles, creo que tampoco los cerraba. Tal vez por eso, intento desligar el ojo de la mirada y el cuerpo amplía su capacidad de visión y de atención.

Entonces, anticipación y ojos abiertos para la escena. Anticipación y ojos abiertos como forma de atención, de concentración y de consciencia. Atención y consciencia para leer el propio cuerpo y el de quien nos acompaña en escena, para leer el espacio en el que se trabaja, para facilitar la escucha que no es más que estar a disposición del otro en el aquí y ahora. Anticipación y ojos abiertos para entrenar la mirada del cuerpo, para procesar la información de aquello que debemos ejecutar mientras nos ajustamos a las necesidades imprevistas que surgen en el aquí y ahora.

Y volví a pensar en la escena, para guardarla y volver a la primera: una escena tan sencilla y tan simple que sorprende de lo bien que funciona. Y justo en ese momento rescato el saber de ese gran jugador, de Zarra, ante la pregunta de si no le resultaba injusto ser recordado por un gol tan fácil como el que marcó ante Inglaterra en aquel de mundial de Brasil de 1950 cuando a lo largo de su carrera se enfrentó a situaciones mucho más conflictivas y con una resolución igual de positiva. «Los goles son fáciles cuando se marcan», respondió él. Y lo mismo pasa con la escena. A veces lo más difícil es elegir lo sencillo y ejecutar con sencillez lo que la sencillez requiere en esta manía nuestra de complicarnos la vida y pretender lo que no nos conviene.


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