Condes, corderos y fratinismos
«Yo he bailado toda mi vida, no he hecho otra cosa. Hace unos años me puse a pensar. Pero lo dejé, porque tampoco me servía de mucho. Ahora he vuelto a bailar, que es lo que me sale de dentro.» Con unas palabras parecidas a éstas, la bailaora Sonia Sánchez empezaba su intervención en una charla con el teórico de la danza Roberto Fratini, en el marco de un curso para el espectador que organiza el Festival Escena Poblenou. Me pareció un inicio genial, el sentimiento de una artista que sintetizaba con precisión el estado actual de la danza y que Fratini acababa de contar de otro modo, académicamente. Sonia Sánchez presentará su pieza «Pliegue» el próximo viernes 18 de octubre en el Hangar de Poblenou. Una pieza de 20 minutos, sin música, ella sola en el escenario, y que según dice es su mejor trabajo. Una investigación entre los caminos del flamenco i el butho. Muchas ganas de verlo.
Esta semana me gustaría hablar de las dos sesiones que ofreció Roberto Fratini en el curso para el espectador de Escena Poblenou. El subtítulo de este curso decía: «píldoras para la aproximación contemporánea». Pues eso, unas pastillitas (un buen viaje, por qué no decirlo) que a mi me sentaron de maravilla para acercarme a las dos piezas que, paralelamente, puede ver en el Terrassa Noves Tendències (TNT): una de Los Corderos y la otra de El conde de Torrefiel.
En este curso teórico, Fratini trazó un mapa de analogías entre la danza y el pensamiento, un recorrido histórico-filosófico desde el ballet clásico hasta la posmodernidad. ¿Qué canon manda en cada época? ¿Cómo se entiende el cuerpo en el clasicismo, en la modernidad o en la posmodernidad? Resulta difícil resumir la charla en poco espacio, así que intentaré ilustrarla con los dos espectáculos e iré refiriéndome a ella.
El título de la propuesta de El conde de Torrefiel ya es muy sintomático: «La chica de la agencia de viajes nos dijo que había piscina en el apartamento». Fratini en su charla explicó que en el ballet clásico, los momentos de inmovilidad (cuando el intérprete para) aparecían siempre al final de las frases, al final de las secuencias danzadas, en los clímax. En cambio, en los últimos 30 años, el parón dinámico sucede en medio de la frase, en un lugar aleatorio. De este modo, la danza posmoderna ya no dibuja secuencias persuasivas, sino momentos que se pueden interrumpir en cualquier instante. Si volvemos al título de la pieza de El conde de Torrefiel y trasladamos el concepto de inmovilidad a la fijación de un título (equivalente a un parón), vemos que esta frase refleja un momento de la escena. Cualquiera, no importa. Es un título al azar, como el concepto de la inmovilidad posmoderna.
Cesc Casadesús hace poco definía la Sección Irregular (uno de los tantos programas específicos del Mercat de les Flors) como un ciclo dedicado a las propuestas más vanguardistas, aquellas que están en la frontera de lo que es danza, o no. «La chica de la agencia…» me parece un pieza vanguardista, es como un bodegón cubista, un retrato no realista de unas vacaciones de dos amigas que tiene pegado el sello de la modernidad. Flujos de conciencia, voces interiores, diferentes puntos de vista, niveles narrativos distintos… viendo el espectáculo me acordé de las clases de teoría de la novela del profesor Javier Aparicio, en las que desgranábamos cómo Woolf, Joyce o Faulkner construían sus novelas, cargándose la tradición de arriba a abajo. Del espectáculo, me pareció exquisito el momento en el que se escenifica a las dos chicas tomando el sol, medio de pie, entrelazadas, desnudas y en silencio. O las conversaciones, en las que se eliminan las respuestas y se convierten en monólogos. O la forma con la que muestran la entrada y salida de una fiesta, la condensación de toda un noche en unos pocos segundos extraordinariamente bien coreografiados. Nos os perdáis los próximos bolos de este espectáculo en Barcelona, Bilbao y Madrid, vale mucho la pena.
Los corderos presentaron un preestreno de «ULTRAinnocencia» en el TNT, el estreno oficial será en el Mercat de les Flors, próximamente. En mi opinión el espectáculo tiene que crecer un poco más y compactarse. Tiene momentos absolutamente brillantes, como una escena que recuerda a la película «Blush» de Wim Vandekeybus, pero en conjunto me pareció un poco irregular. El universo escénico de David Climent Climent y Pablo Molinero es muy potente y en esta ocasión se han lanzado a lo intangible, a la investigación sobre la fe y el más allá. El proceso de creación se enseña en especial en esta pieza. En lo contemporáneo, el proceso es el objeto de la obra. El trabajo es fuente de legitimidad y el esfuerzo físico también se muestra; a veces se trabaja desde el cansancio.
Como explicaba Fratini, en el clasicismo el cuerpo es «textil», es decir, obedece a unos patrones muy precisos, en donde lo más importante es guardar bien las distancias. En la modernidad, el cuerpo es «texto»: la forma danzada no puede ser gratuita, el ornamento ya no sirve, el intérprete tiene que decir alguna cosa. Finalmente, en la posmodernidad, el cuerpo es «textural», o sea, ya no vale por su expresión sino por sus texturas, por su consistencia. En «ULTRAinnocencia» los cuerpos pesan, la respiración no se disimula e incluso a veces se enfatiza.
He disfrutado mucho estas dos semanas en compañía de Fratini y de los espectáculos del festival TNT. Estoy muy convencido de que las actividades paralelas, los talleres y los cursos para el espectador alrededor de la creación contemporánea son una herramienta básica para vivir con más intensidad el hecho escénico.