Tabú
A muchos responsables políticos parece que les cuesta entender que las artes escénicas son un instrumento para el desarrollo de la sensibilidad en las personas. Que ayudan al desarrollo de la fantasía, de la imaginación, de la creatividad y del pensamiento abstracto, sobre todo en el mundo infantil. Como escribí en una ocasión en Artezblai, el teatro es un instrumento básico para abordar conflictos sociales o conflictos propios de la edad de los destinatarios desde una perspectiva global frente a una puramente intelectual. Las artes escénicas son un intangible que ayuda a pensar, a moldear tu personalidad, a crecer y a hacerte mejor persona y sobre todo, a ser alguien crítico y autocrítico. Las artes escénicas son ventanas abiertas que permiten mirar el campo, el mar o las cloacas de una sociedad dominada por una ideología al servicio de los poderosos, de los tarados y de los insensibles. Las artes escénicas no deben utilizarse para seguir adoctrinando, para seguir reproduciendo una ideología que huele y apesta a podredumbre y miseria humana.
El público infantil, el futuro. El público que tiene todo el tiempo del mundo, el que tanto se desea seducir y «educar/adoctrinar» desde demasiados ámbitos. Cintas en blanco, vírgenes presas de la moralina y de los tabúes del mundo de los adultos que perdieron o les robaron su inocencia.
Los niños y niñas no deben como una línea de negocio. Ni siquiera hay que considerarlos como una opción ni de presente ni de futuro comercial. Los niños y niñas son el futuro del mundo y es nuestra obligación cuidarlos y mimarlos también desde el mundo del teatro y de la escena. No vale únicamente con tener conocimientos de teatro, debemos implementarlos con otros saberes sobre psicología evolutiva y ciencias relacionadas. Hay que ser conscientes de que asistimos a diferentes etapas psicológicas bien diferenciadas que habrá que tener en cuenta a la hora de la creación. Hay que seguir investigando en el lenguaje teatral dirigido a los espectadores más jóvenes y alejarse del puro mercantilismo.
Y sobre todo, despojémonos de nuestros prejuicios, traumas y fracasos a la hora de dirigirnos a los más pequeñ@s. De esto no se puede hablar, de esto otro tampoco, sobre este tema les adoctrinamos, sobre el otro les decimos lo que no se puede hacer. ¿Acaso nos creemos los adultos que lo tenemos todo claro en la vida?, ¿acaso pensamos que estamos para dar lecciones a nadie?, ¿acaso nos creemos que somos un ejemplo a exportar?.
Seamos capaces de abrir ventanas de aire fresco y proponer reflexiones y metáforas para ayudar en los distintos temas que les afecta de verdad: la muerte, la violencia, la sexualidad, el abuso, la incomprensión… Dejemos nuestros tabúes de adultos en casa y acerquemos al mundo de los niños y niñas con sensibilidad, sin prepotencia y con humildad y discreción suficientes como para que podamos ofrecer un teatro que sea realmente importante en su presente y en su futuro. Si esto no lo hacen los artistas, …los políticos, desde luego, no lo van a hacer.